Hoy se cumplen 20 años del comienzo de uno de los más execrables crímenes de ETA, el secuestro de Miguel Ángel Blanco, corriendo en esos 20 años, pasado mañana se consumará la efeméride.

Pero todos los crímenes de la banda terrorista ETA han sido abominables. Empezando por (Perogrullo) el primero, el de la niña de 22 meses Begoña Urroz Ibarrola, a la que le corresponde el terrible honor de ser la primera víctima mortal de la banda criminal. Fue la víctima propiciatoria a la que siguieron -solo mortales- casi mil. Propiciatoria sí, como en los viejos tiempos, por la acción sacramental del fuego revestido de modernidad: una maleta que contenía una bomba incendiaria que hicieron estallar en la estación de Amara de San Sebastián. Fue el 27 de junio de 1960, casi 50 años antes del 16 de marzo de 2010 en que la organización criminal asesinó a su última víctima, el policía nacional francés Jean Serge Nerin.

La historia del País vasco, la de España habría sido otra, rotundamente mejor si esos pocos cientos de alucinados etarras de mierda no hubieran nacido y si esos no tan pocos miles de jaleadores y beneficiados se hubieran comido las lenguas.

Estamos en el vigésimo aniversario de la reacción que propiciaron el secuestro de Ortega Lara y el asesinato de Miguel Ángel Blanco Garrido. ¡Pero cuánto se hizo esperar esa reacción!

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