La semana del XX Aniversario del secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco a manos sucias de ETA ha venido acompañada de un circo de porquería moral, así como de un desfile de mentiras pronunciadas, difundidas y no rebatidas, por los mismos que comparten el subsuelo de la intelectualidad de este país. Hay tres características que hemos podido ver estos días.

1. La vergüenza: la negación de los homenajes por parte del PSOE, Podemos, nacionalistas y los más demócratas entre los demócratas, Bildu y Sortu, asentados en escaños varios o en medios de comunicación.

2. La mentira: Alegar que no quieren menospreciar a ninguna víctima (no se refieren a las de la ETA).

3. El objetivo: Destruir el símbolo que es Miguel Ángel Blanco.

Un símbolo es un elemento cultural relevante, que conlleva una asociación de ideas complejas representadas con sencillez, confiriéndoles un carácter universal. Los símbolos poseen tal fuerza que sin ellos no pueden llevarse a cabo las revoluciones que perduran, es decir, las revoluciones culturales. Los símbolos transforman personas, sociedades y épocas. Tienen el poder de trascender el espacio y el tiempo. Y todo eso es Miguel Ángel Blanco.

La negativa y reticencia a homenajearle, encabezada por Manuela Carmena, ha demostrado que la alcaldesa no entiende lo que es Madrid ni respeta quiénes somos los madrileños. Ningún deslucido acto forzado a posteriori va a poder ocultar su alardeada pero falsa humanidad. La negativa de la ya deslegitimada alcaldesa sólo puede entenderse, aparte de por la inmundicia moral del personaje, que es mayor incluso que la suciedad de las calles que gobierna, por la obsesión de toda la caravana político-mediática de la vergüenza (sí de la izquierda), en el blanqueamiento de la banda terrorista ETA. Para que su mentira florezca antes hay que destruir los símbolos que gritan con firmeza la verdad.

Pero, ¿qué es lo que representa Miguel Ángel Blanco para que quieran destruirlo con tan poco pudor?

Miguel Ángel representa quiénes son ellos: PNV, Bildu, Sortu, Podemos y el nuevo pero viejo PSOE. Su asesinato recuerda que ellos n son los demócratas, son los verdugos, los opresores, y él su víctima, no los antinacionalistas.

Representa también lo que podemos hacer nosotros frente al oscuro terrorismo: el espíritu de Ermua, que no representó sólo la unidad de los políticos, (estaba el PNV, no era verdad esa unidad), sino también la unidad de los ciudadanos en la condena rotunda y en la estigmatización absoluta del terrorismo. Aquello despojó a los terroristas de su falsa y tan pretendida legitimidad, otorgándosela en oposición y de forma absoluta a las instituciones, que protegieron el Estado de derecho frente al chantaje terrorista.

Pero el símbolo de Miguel Ángel también nos recuerda que cuando no se reivindican los símbolos y no pasan a formar parte de nuestra vida diaria, llega el olvido. Pocos meses después de su muerte llegó el pacto de Estella. Ese sí fue el verdadero principio del fin que se estaba produciendo, la estigmatización del terrorismo, y no el de los terroristas, como sugiere estos días la Eitb. Su "fin" es ocupar todo tipo de cargos institucionales, los de muchos a quienes asesinaron por cierto, y están ahora más cerca de anexionar Navarra que nunca con la llegada de Podemos. Más que un "fin" parece "un logro de objetivos cambiando la estrategia ante la complicidad de los Gobiernos".

Por todo ello, Miguel Ángel no es una víctima más, al igual que Leopoldo López no es un preso político más (sí, sigue preso en su domicilio). Éste es el símbolo de la resistencia, recuerda el poder que tienen los ciudadanos frente al poder tiránico. Por ello quieren destruir el símbolo, no les basta la persona, y para ello han de deslegitimarlo señalándolo como al peor delincuente, cuyos delitos no les cuesta encontrar por inventados, aunque sí probar incluso en un juicio sin garantías. Alberto Garzón es otro bastión de la ausencia moral e intelectual de Podemos y el encargado de la difamación de Leopoldo en España.

Detrás de la insultante mentira a la razón de cualquiera, de no querer homenajear a Blanco para evitar que ninguna víctima se viese menospreciada, (aunque diciendo eso podría aprovechar la ocasión Carmena para homenajear a todos las víctimas de ETA) está el intento de diluirle entre el resto de no se sabe muy bien a quienes aludían. Detrás está el negarnos a nosotros nuestro símbolo de cuando España perdió el miedo de defender a las víctimas, y por tanto de dar dignidad a todas.

Escuchar que Miguel Ángel Blanco es una víctima más, en boca de todos los que apoyan a sus verdugos, es la confirmación de que lo que persiguen es diluir el símbolo que es, destruirlo junto con todo lo que nos recuerda, quiénes son ellos, y qué podemos hacer nosotros frente al terrorismo.

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