La Operación Dinamo fue una operación de evacuación de las tropas aliadas en territorio francés (Dunkerque) a finales de mayo de 1940, y permitió el rescate de miles de soldados británicos, franceses y belgas.
En 1939, la invasión de Polonia por parte de la Alemania liderada por Hitler, supuso el inicio de la Segunda Guerra Mundial. Los británicos, en virtud de los acuerdos de defensa mutua firmados con Francia enviaron la Fuerza Expedicionaria Británica (BEF) para prestar ayuda en la defensa de Francia.
El 10 de mayo de 1940, Alemania lanzó una ofensiva contra Bélgica y los Países Bajos. Un Grupo de Ejércitos alemán atacó Bélgica en una maniobra de distracción, mientras que las divisiones panzer del Grupo de Ejercitos principal atacaban a través del bosque de las Ardenas, atravesando el río Mosa y avanzando hacia el canal. Esta maniobra dejo aislada, en Bélgica, a la mayor parte de las fuerzas francesas y británicas.
Cuatro días después, el 14 de mayo, cuando los belgas y franceses no pudieron resistir sus posiciones ante el avance de alemán, la BEF recibe la orden de iniciar la retirada. El 19 de mayo, a los franceses ya no les quedaba tropas situadas entre los alemanes y el mar. En consecuencia, el comandante de BEF decidió que la mejor opción consistía en llevar a cabo una evacuación a través del canal de la Mancha y comenzó a planear la retirada hacia Dunkerque, la localidad con instalaciones portuarias más cercana.
Dunkerque contaba con la playa de arena de mayor longitud de Europa, la cual permitiría la reunión de grandes grupos de tropas. El 21 de mayo, la BEF quedó allí atrapada junto con los restos de las fuerzas belgas y los tres ejércitos franceses.
El 26 de mayo comenzó la Operación Dinamo. La Armada británica había preparado una flota con cuarenta destructores y ciento treinta barcos mercantes y de pasajeros, que debían embarcar las tropas en condiciones muy precarias, pues el puerto de Dunkerque había sido devastado por la aviación alemana, y solo estaba practicable la zona exterior durante la marea alta.
La crítica situación de los soldados en Dunkerque se hizo público el 31 de mayo, y los dos días siguientes salió al canal una flotilla de pequeños barcos de ciudadanos británicos que querían apoyar, en las medida de sus posibilidades, en el rescate de sus soldados.
El primer día de junio, el intenso bombardeo al que estaban siendo sometidos los puntos de embarque de las tropas aliadas marcó el final de la Operación Dinamo. El 2 de junio a las 3:30, partía el último barco en dirección al Reino Unido.
La operación, que en un principio estaba ideada para evacuar a cincuenta mil hombres en cinco días, había superado las expectativas, en poco más de seis días, se había evacuado a un total de 338.872 soldados, 215.787 de los cuales eran británicos y otros 123.095, belgas y franceses. Desde aquel día, la operación fue bautizada como El Milagro de Dunkerque.
Hasta aquí el suceso histórico, que es ejemplo de cómo las democracias liberales desarrollan la determinación necesaria para enfrentarse a situaciones nacionales críticas.
Las fuerzas militares, en una democracia liberal, están formadas, aparte de por un núcleo de profesionales que aportan el conocimiento especifico necesario, por una mayoría de ciudadanos en uniforme: el tendero, el profesor, el agricultor, el mecánico, el estudiante, etc. Estos se presentan voluntariamente para asumir los riesgos que supone un conflicto armado por defender los valores y principios de su sociedad.
Cuando los ciudadanos británicos se enteraron que la difícil situación de sus compatriotas en uniforme situados en las playas de Dunkerque, no dudaron en echarse al mar para apoyar en el rescate. Y aunque la realidad es que su aportación no fue importante cuantitativamente, sí lo fue cualitativamente por cuanto supuso de unión colectiva del pueblo británico para decidir enfrentarse de forma conjunta a las penalidades que tendrían por delante a lo largo de la Segunda Guerra Mundial y que Winston Churchill resumió, de forma brillante, como “sangre, sudor y lagrimas”.
Las democracias liberales formadas por ciudadanos libres y que voluntariamente pueden decidir cómo enfrentarse a situaciones nacionales difíciles tienen una capacidad y determinación moral que les hace superiores a las formas de gobierno de totalitarismo populista. Desde las polis griegas resistiendo (Maraton, Salamina, etc.) las invasiones del Imperio Persa, hasta las democracias aliadas enfrentándose, de forma caliente, a la Alemania Nazi y al Imperialismo militarista japonés y posteriormente, de forma fría, a la Unión Soviética comunista, la historia nos da ejemplos continuos de la superioridad de las naciones formadas por ciudadanos libres e iguales.