Con la certeza de saber que un pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla y tras comprobar la fecha del calendario, es de obligado cumplimiento recordar que hace 81 años la ciudad de Badajoz pasó a los anales de la misma.
Entre la noche del 14 y la mañana del 15 de agosto de 1936, al menos 4.000 personas fueron masacradas en la capital pacense. Tal hazaña fue orquestada por el teniente coronel golpista Juan Yagüe Blanco perpetrando un crimen contra la humanidad y siendo conocido posteriormente bajo el apodo del Carnicero de Badajoz. Aunque existe controversia en lo referente al número de víctimas fue el propio Yagüe en pleno ardor guerrero quien confesó al periodista americano John Thompson Whitaker, que no tenía intención de llevar a 4.000 rojos de prisioneros ni a permitir que se edificara una Badajoz roja.
Aunque afortunadamente tenemos la tecnología suficiente para contrastar la información existente sobre la matanza de Badajoz, tuve la enorme oportunidad de escuchar en más de una ocasión y de primera mano el terror que instauró Yagüe en la capital pacense. Por aquellos días, un suboficial del Regimiento Castilla 16, Juan Blanco Domínguez asistió a tan atroz espectáculo y pudo comprobar cómo quedaría a los supervivientes a fuego grabado en la memoria el sufrimiento generado a la población. Los prisioneros fueron encerrados en la plaza de toros, algunos fueron banderilleados y estoqueados, siendo la mayoría carne de los nidos de las ametralladoras. Estos hechos se sumados a los saqueos y violaciones, instalando a Badajoz en el mismísimo infierno, aquél verano de 1936, al menos para las víctimas.
Pero, ¿a qué fue debido tal ensañamiento? A fin de cuentas, a quienes defendieron la Segunda República y la ciudad de Badajoz de los golpistas les sobraban ideales, pero les faltaba munición. Quizás Yagüe pensara que Badajoz demostró ser roja aquel 25 de marzo de 1936 en el que los campesinos, hartos de tanta miseria y de paro, ocuparon latifundios. Enfrentándose a un sistema que posteriormente nos recordaría que la única parte de la riqueza nacional que realmente es de todos es la deuda pública.
Han pasado muchos años y en la inmensa mayoría de familias sigue alguien desaparecido, qué eufemismo, a quien en plena noche sacaron de su casa para posteriormente bien en las tapias de un cementerio, bien en cualquier barranco de nuestra orografía, lo ejecutaron de manera sumarísima. Son los grandes olvidados, en Badajoz no hay ni una triste placa que recuerde la masacre de aquella noche de verano en la que Yagüe y sus tropas se pasearon quedando una ciudad llena de sangre, viudas y olvido. Va por ellos…