No debe ser fácil ser Zinedine Zidane. O quizá sí. Puede dar vértigo ser el entrenador del Real Madrid, mirarte al espejo, y ver lo que has logrado. Más si cabe, cuando unos meses atrás (20 para ser exactos) ni siquiera sabías que querías lograrlo. Debe dar algo de respeto ser el primer entrenador en ganar dos veces consecutivas la Copa de Europa bajo la denominación de Liga de Campeones. O, por el contrario, ganar siete títulos en año y medio puede generar una confianza ciega en tu método para seguir ganando en un club insaciable.

Zidane se enfrenta en el curso que da comienzo este fin de semana al reto más difícil de su corta carrera: superar a su reflejo en el espejo. Ser mejor, o igual, que su pasado reciente. No es una cuestión baladí. Lo logrado por el francés desde que debutara ante el Deportivo de la Coruña en el Santiago Bernabéu en enero de 2016 tiene pocos precedentes.

Su método se asemeja al de otros técnicos que ya triunfaron en la Casa Blanca. Entrenadores como Ancelotti, Miguel Muñoz o Vicente Del Bosque, a menudo tildados de blandos, se encuentran entre los que más éxito han tenido como dueños del banquillo blanco.

Zidane se emparenta con esta terna de técnicos en el hecho de no pretender imponer su sello. “La primera virtud de Zidane es que te deja ser. Eso en un equipo con tanto talento como el Real Madrid es muy importante”, afirma Jorge Valdano. Su inexperiencia como técnico le presentó en los primeros meses más como un gestor de grupo que como un estratega. Su buena sintonía con los pesos pesados del vestuario, a diferencia de la existente con su predecesor, Rafa Benítez, le procuró en los primeros meses poco ruido a su alrededor.

La derrota ante el Atlético de Madrid en el Bernabéu, en la primera gran cita como técnico blanco hizo que el francés se deshiciera de las cadenas que podían atarle. Ganaría o perdería, pero convencido en lo que hacía. Quitó a James del once y dio pista a Casemiro. Un movimiento que se ha antojado clave con el paso del tiempo. Una decisión que, por su parte, no se atrevió a tomar Benítez, pese a ser el gran valedor del brasileño en su vuelta a Concha Espina.

El partido clave que desde el vestuario señalan como punto de inflexión fue el celebrado en 2016 en el Camp Nou. Era el primer clásico de Zizou. Los puntos importaban poco, alejado el club blanco de la cabeza de la tabla. Pero el orgullo si estaba en juego. Con uno menos remontaron el tanto de Gerard Piqué y el equipo terminó alzando la undécima en Milán ante el Atlético de Madrid. Y empatado a puntos en Liga con los azulgranas, aunque con el golaverage perdido.

Pese a que en los primeros meses del francés el equipo tuvo más fortuna que juego, con el paso del tiempo nadie discute que el preparador galo se ha destapado como un gran estratega. “En sus primeros meses dio la sensación de ser un entrenador limitado desde el punto de vista de toma de decisiones puramente tácticas. Este año le hemos visto cosas muy buenas. Incluso de iniciativa propia, tomando decisiones más sofisticadas”, advierte Axel Torres, director de El club en Bein Sports.

Además de una capacidad notable para cambiar de sistema durante el partido sin que el equipo se resienta, ya fuera con Asensio y Lucas por los costados, ya fuera con Isco en la mediapunta formando un 4-4-2 en rombo, el francés ha logrado imponer una política de rotaciones que a la postre le ha otorgado que jugadores como Ronaldo, tendentes a llegar a final de curso con el depósito vacío, fueran sin frenos en el fin de temporada (2 goles en la final de Cardiff). “Al futbolista te lo tienes que ganar por lo que explicas, por cómo lo explicas y sobre todo por cómo consigues que tus decisiones no se vean como injustas”, afirma Torres.

Si en el campo se ha mostrado como un técnico más que competente, en la sala de prensa se ha mostrado como un maestro de la escena. En un entorno tan tendente a la exageración y a la implosión, el francés ha logrado poner una sonrisa a toda la institución. “A partir de la desdramatización logra verosimilitud en su discurso. Se hace creíble”, afirma el periodista Santi Segurola. “Su discurso, ha terminado por poner una sonrisa al club entero. Eso es muy saludable”, corrobora Valdano. Una cualidad que muchos dudaban en el técnico francés, tímido en su etapa como jugador y poco dado a las declaraciones en los medios. “Tiene la gran virtud de aparecer en rueda de prensa y si uno le observa no sabe si el partido anterior lo ganó o lo perdió. Ese equilibrio es muy sano”.

Con dos títulos ya logrados antes del inicio de la Liga, Zidane, siete títulos en 20 meses, se enfrenta al más difícil todavía: sobrevivir frente al espejo.

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