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Seis factores interrelacionados para acabar con el terrorismo

Una operación policial.

Una operación policial. Efe

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Cuando aún no nos hemos repuesto de los últimos ataques terroristas ni del susto de lo que podía haber pasado si no hubiera volado el arsenal de la casa okupa de Alcanar, resurge el debate sobre cómo acabar con el terrorismo islamista.

No han tardado los populistas de distinto signo en ofrecer sus soluciones simplistas y, en función de su propia ideología y prejuicios, han señalado a tal o cual colectivo o a tal o cual conjunto de países como los únicos culpables. Nada más lejos de la realidad, por supuesto, máxime en un fenómeno tan complejo como el terrorismo que, por mucho que se apellide yihadista, no es diferente de los demás. Pueden identificarse al menos seis factores que caracterizan a estos grupos e influyen en la lucha contra ellos:

1. Ideología salvífica. Ya sea a través de la religiosidad (DAESH, Al Qaeda), del nacionalismo (ETA, Terra Lliure) o de la lucha de clases (Brigadas Rojas, GRAPO, Baader-Meinhof) todos los grupos terroristas comparten una ideología que justifica la violencia para alcanzar una sociedad idílica y redimir a algún grupo social. Se trata, además, del subproducto violento de otra ideología socialmente aceptada (islam, nacionalismo, marxismo) en principio pacífica. Luchar contra el terrorismo implica necesariamente identificar y luchar contra las ideologías salvíficas y cortocircuitar el trasvase de adeptos de la versión mainstream a la violenta.

2. Grupo social redimido. El papel de la sociedad en cuyo nombre dicen actuar los violentos es crucial. ¿Se muestran clara y contundentemente en contra de la violencia ejercida en su nombre o se limitan a valorarla como simples excesos? ¿Callan o denuncian? Y cuando lo hacen, ¿es sincero o sólo buscan evitar una reacción en su contra? Aunque corren el riesgo de padecer una doble victimización -una como posibles objetivos de los ataques y otra por ser identificados con los agresores- no es sencillo enfrentarse al discurso terrorista cuando tu contexto social es comprensivo con los ataques y hacerlo, además de un sentimiento de traición a los tuyos, puede acarrear consecuencias nefastas. Pero son la punta de lanza para acabar con el caldo de cultivo ideológico que produce terroristas. Cuanto más cercana sea la conexión religiosa o social con el grupo terrorista mayor debe ser la contundencia del rechazo si se quiere debilitar el soporte de los violentos.

3. Grupo social atacado. ¿Tiene la fortaleza de unirse frente a los ataques o sirven estos para que afloren divisiones y tensiones latentes? ¿Rechaza sin paliativos la violencia ciega del terrorismo o se deja llevar por un tipo de síndrome de Estocolmo que busca culpas internas? ¿Es capaz de asumir las acciones asertivas que puedan adoptar sus dirigentes o se deja llevar por un buenismo ciego?

4. Gobiernos de la sociedad atacada. Aunque se vean condicionados por la actitud de la sociedad a la que representan, tienen el deber de aglutinarla y de tejer una red lo más amplia posible que actúe en el ámbito diplomático, social, policial, judicial, de inteligencia y también el militar. Mientras está claro qué debe hacerse con aquellos gobiernos que abiertamente apoyan el terrorismo, es más complejo actuar con aquellos que pueden tener un doble juego. ¿Hasta dónde están dispuestos a presionarlos y cuánto pueden pesar otros intereses económicos o de estabilidad política? ¿Son capaces de alcanzar una política de Estado que no fluctúe en función de quién ocupe coyunturalmente el gobierno? ¿Son capaces de enfrentarse sin paliativos a la ideología terrorista o reforzarán a esta con concesiones? ¿Se enfrentarán cohesionados al terror o algunos cerrarán los ojos ante la muerte ajena con acuerdos ignominiosos tipo Perpiñán?

5. Gobiernos de la sociedad redimida. ¿Sienten la presión interna y externa suficiente para actuar contra los terroristas? ¿Hasta qué punto ayudan, toleran o miran hacia otro lado? ¿Ven el terrorismo como una fuerza de choque para conseguir unos objetivos religiosos, nacionalistas o ideológicos que pueden compartir o lo combaten sinceramente?

6. Los chicos de la gasolina, como diría Arzalluz, son el último eslabón, el que ejecuta las órdenes macabras de otros que asumen como propias. A la vista está que no es difícil radicalizar a personas aparentemente normales e integradas, muy alejadas del patrón del malo hollywoodiense, capaces de dejar tras de sí un terrible rastro de muerte y destrucción. Acabar con el caldo de cultivo de la radicalización y despojar a la revolución y la lucha armada de la mística que las rodea son labores preventivas cruciales. Que los condenados no vuelvan a ver la luz del sol es de justicia.

A modo de conclusión, queda claro que luchar contra el terrorismo es una labor compleja pues el distinto grado en que se combinen factores como los anteriores dificulta encontrar la necesaria respuesta firme y proporcionada. Una dificultad que debe servir de acicate para actuar con valentía pues nos jugamos nada menos que la supervivencia.