En una reciente entrevista realizada al presidente del gobierno catalán, Carles Puigdemont, afirmaba que "el Estado español nunca ha tenido un proyecto para Catalunya. Catalunya sí ha tenido muchas propuestas para España. Pero no he visto en 40 años votar en el Congreso una propuesta para Catalunya. Ni siquiera hay un proyecto claro para España". Y hemos de reconocer la verdad objetiva de esta afirmación.
Loa grupos políticos partidarios de la secesión de Cataluña del estado español tienen ese objetivo que les une y que les sirve de proyecto ilusionante para vender a los ciudadanos. Bien es cierto que ese objetivo es muy limitado en su alcance y que una vez que se hubiera alcanzado esa unidad saltaría por los aires por la heterogénea amalgama de grupos políticas que lo forman desde una derecha neoliberal hasta una izquierda antisistema, tal como sucedido, siendo una amalgama más reducida, con la UCD durante la transición.
Y ahondando es esa referencia, Los grupos políticos españolas se unieron durante la transición para conseguir transformar un estado con instituciones de una dictadura en una sociedad plenamente democrática, integrada en Europa, sin el recurso a actuaciones violentas y, exclusivamente, mediante el alcance de consensos. Pero conseguido este objetivo, hace ya muchos años, la sociedad y sus ciudadanos siguen huérfanos de un proyecto de nación que sirva para integrar los objetivos de las distintas identidades políticas tal como tiene sucede en Francia, Dinamarca o cualquiera de la mayoría de los países europeos.
Actualmente los grupos políticos más orientados a la derecha se muestran unidos a una bandera bicolor y a un himno sin letra y los orientados a la izquierda se muestran unidos a una bandera tricolor y a una canción tradicional de la izquierda internacional. Pero en ambos casos no significan proyectos de país en sí mismos sino marcos simbólicos para aglutinar a sus simpatizantes y afiliados sin mayor contenido que alcanzar el único objetivo de conseguir el apoyo electoral que les permita disponer del poder en las instituciones y mantenerlo el mayor tiempo posible, lo que ineludiblemente lleva aparejada la corrupción política. Y esta corrupción, unida a una profunda crisis económica que ha afectado duramente a los ciudadanos ha llevado al distanciamiento y la desconfianza de los ciudadanos de los grupos políticos que han gobernado las instituciones durante los últimos años.
Es por ello que las fuerzas políticas liberales, que no tienen el peso de la herencia de las tradiciones políticas, deben insistir en alcanzar un proyecto de nación, que haciendo uso de la terminología informática tan en boga en estas fechas podríamos denominar, ESPAÑA 2.100 y que no es otro que tener unos objetivos comunes para la transformación del país hasta el final del presente siglo XXI. Estos objetivos deben servir para que nuestros políticos sepan avanzar en el desarrollo de este país ya sea por el lado de la izquierda, de la derecha o del centro del camino de futuro de nuestra sociedad.
Y este proyecto ESPAÑA 2.100 podrá tener el marco simbólico que entre todos los ciudadanos consideremos, con una bandera (bicolor, tricolor o multicolor) y con un himno que sirvan para representar dicho proyecto pero, no deberemos olvidar que, lo importante será el contenido de dicho proyecto
Loa actuales problemas en Cataluña y los previsibles en Euzkadi, Galicia o cualquier otro territorio donde unos grupos políticos puedan presentar un proyecto secesionista, no tendrán solución definitiva sin que España, como estado, tenga un atractivo proyecto de futuro.
Y es responsabilidad de nuestros grupos políticos definir dicho proyecto más pronto que tarde, si quieren dar una solución a la situación de Cataluña, más allá de no permitir el referéndum del 1 de Octubre, ya que el problema no está en una actuación ilegal, ordenada por los actuales responsables del gobierno catalán, sino en, la cada vez mayor, desafección de la población de Cataluña con el estado español.