Opinión

Los petrodólares, alimento inmoral del deporte

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Envidia da leer cierta prensa independiente, es decir, honrada con su profesión, y poder comprobar el origen de la alegre financiación de muchos deportes.

Los petrodólares inundan los despachos, las gradas de los estadios, los canales de radio, de televisión, así como los bolsillos de los cooperantes con el sistema. La moralidad ha desaparecido de una sociedad consumista dominada por el deseo incontrolado del placer inmediato.

Los contratos y acuerdos profesionales, dominados por el férreo poder del dinero, subyacen sin capacidad de respuesta ni personal ni colectiva. Van y vienen con la vestimenta que impongan, al grito de los eslóganes generalistas que no se firmaron...

La respuesta es el silencio cobarde y la ceguera voluntaria por no querer ver el origen y la finalidad de tanta y tanta financiación que esclaviza los valores de toda Europa.

Hoy día lo que vale es palpar, guardar... sin mirar, sin pensar, sin analizar...
Por todo ello, se admite llegar a final de mes gritando contra todo que se lleva dentro y asegurándose un millonario peculio por un contrato mejorado, sin necesidad de firmar.

Pena da llevar camisetas adornadas con nombres sin escrúpulos con tal de poseer.
La realidad es, simplemente, un silencio cómplice. Silencio de los deportistas, silencio de las peñas, silencio de las juntas directivas, silencio de todos aquellos aficionados que, por encima de la moral, defienden colores pintados con petrodólares cuyo origen es deber de cada cual averiguar.