Putin y la república catalana

Putin durante un evento del Foro Económico Oriental en Vladivostok. SERGEI KARPUKHIN Reuters

Si yo fuera Vladimir Putin, que no lo soy, aprovecharía la coyuntura de la proclamación de la república de Cataluña con la que amenaza La CUP y los alienados líderes independentistas que ocupan hoy Generalitat de Cataluña.

Es la oportunidad del siglo para cualquier potencia con ánimo expansionista. Conquistar un territorio virgen sin protección ni amparo internacional. Un país que tras la declaración unilateral de independencia dejará de contar con la ayuda militar de la OTAN, y la de la UE. Ni tan siquiera de EE.UU. Una república gobernada por delincuentes tipificados en el Derecho internacional, de ideología radical y xenófoba capaces de adoctrinar niños y títeres utilizándolos como escudos humanos para su causa, y eso, me consta que le pone a Vladimir.

La conquista de la república catalana no sería comparable con la anexión rusa de Ucrania. La Catalana sería un territorio libre e independiente. Una perita en dulce. Situación privilegiada  en el Mediterráneo, frontera con España y Francia, sin ejercito y los líderes considerados internacionalmente como delincuentes. Que mas podria pedir la gran madre Rusia.

El Ejército rojo tomaría la totalidad del territorio catalán en muy pocas horas gracias a las unidades aerotransportadas (VDV), la fuerza militar con mayor capacidad y movilidad del mundo. Sería tan fácil la conquista, que la invasión de Polonia de 1939 por el ejército alemán de Hitler quedaría en anécdota. Desde el primer momento, la TV3 dejaria de emitir soflamas y reinterpretaciones de la historia del país que nunca existió, y pasaría a ofrecer actuaciones en bucle del Coro del ejército Rojo, y Kalinka sonaría sin parar durante horas: "Kalinkakalinkakalinka maya! V sadu yagoda malinka, malinka maya".

En cuestión de días, las Iglesias cristianas, esas que ampararon la independencia, pasarían a ser ortodoxas, y por los dirigentes catalanes nadie osaría preguntar, ni tan siquiera los de la CUP que habrian logrado huir camino de Zaragoza por la A2.

Sería un paseo triunfal para los generales rusos. La historia así lo garantiza; quizás algo de ruido en los primeros minutos y después silencio absoluto. Nada ni nadie lo impidieron. ¿Quién podría? ¿Rajoy, Iglesias, Sánchez?

Mientras tanto en Madrid, en la tarde la de invasión de Catalunya por el ejercito ruso, el Congreso continuaría debatiendo en Comisión la propuesta de Ciudadanos y del PP de enviar el ejército a Barcelona aplicando el art. 8 de la Constitución Española, en donde se dice que que las Fuerzas Armadas, constituidas por el Ejército de Tierra, la Armada y el Ejército del Aire tienen como misión garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad territorial y el ordenamiento constitucional.

Con seguridad Sánchez e Iglesias considerarían la propuesta  descabellada y desproporcionada. Muy poco democrática. Dirían a los medios que permitir que el Ejército se levante en armas sería como justificar el alzamiento militar de Sanjurjo, Mola y Franco en 1936 ante la situación de ingobernabilidad y asesinatos políticos perpetrados por socialistas y anarquistas. Más bien la oposición enfocaría sus esfuerzos en buscar puntos de aproximación con los  camaradas de la nueva república catalana. Iglesias con Colau y Zapatero, gracias a su experiencia en repúblicas bananeras sería el encargado de mediar con el President Junqueras y Puigdemont. Y, lo mismo harían los del PNV que ven en Cataluña la puerta a su mil veces querida independencia, y con ellos, los gallegos y después los, valencianos y canarios; hasta convertir España en una aldea irreconocible y el sueño de Iglesias se viese realizado.

Con Putin en las Ramblas y paseando por el Palacio de Sant Jaume habría, lo que se dice,  un nuevo orden mundial. Tu Cataluña yo Corea se dirán al oído Trump y Putin, y todos, absolutamente todos en Cataluña, estarían aún peor que hoy. Sin república, sin Estatuto y sin futuro, aunque aprenderían ruso y en las escuelas se leyese a Tolstoi. Y  para entonces, Rajoy   paseando  por Sanxenxo. (Sangenjo para rusos y españoles) Bajo una lluvia fina y dorada, dudará  tres veces de lo que no hizo, como San Pedro, pero será tarde.