¡PC presidente!

Ordenador portátil.

Me dice un amigo que quizá lo mejor sería que nos gobernará un ordenador. La capacidad de un ordenador para realizar funciones complejas depende de su capacidad de procesar variables múltiples. Después de tantas transformaciones técnicas cualquier cosa es imaginable, hasta eso, un gobierno gestionado desde la inmovilidad no estaférmica de una máquina.

Ahorraríamos muchas discusiones inútiles, insultos, inequidades. Quizá el mayor problema fuera cómo conseguir proteger a la máquina de los instintos primarios de tanto humano cuasi primate. La máquina no aceptaría sobornos aunque sí es cierto que los hackers andarían como locos buscándole las vueltas. La máquina sería objetiva y no se dejaría embaucar por lágrimas de cocodrilo de sindicalistas liberados temerosos de perder su trabajo de no trabajar o de nacionalistas que como niños malcriados sólo ofrecen la mano para recibir. Nos ahorraríamos elecciones, sueldos de políticos corruptos o corruptibles con el acomodo a sillón. Menos burocracia, mayor rapidez. Menos Estado, menos impuestos. Ideas claras y controles inapelables para empresarios que añoren la esclavitud.

Todo parece un sueño loco de indignados con los políticos que sorben la sangre de los pueblos, y es que quizá debamos empezar a asumir que la religión o las ideologías no

son buenas compañeras de la gestión, se llame católica, musulmana, atea, comunista o sanperiquista. Todas tienden a clasificar a los individuos para acercarlos o alejarlos de sus derechos, por esto, no necesitamos ideólogos si no han trabajado profundamente la meditación para ser capaces de acercarse a cualquier problema libres de intereses o prejuicios.

Son sueños locos de quienes no entendemos que pudiéramos ser capaces de construir máquinas que gobiernen, con objetividad y buen criterio el mundo, y no seamos capaces de arrimar el hombro para buscar ese mundo idílico de individuos libres sin papás estado represores que vampirizan nuestro dinero mientras marcan nuestro camino, desde el puño, la mano abierta o con el sutil guiño de un marketing que diseña comportamientos y pieles políticamente correctas. Ya sabemos que el mayor enemigo del trabajo no intelectual son las máquinas, echen sus barbas a remojar señores políticos.