Opinión

La estrategia silenciosa

Un montaje con una foto del 1-O.

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Muchos de los que opinan estos días de la cuestión catalana, a mí me gusta denominarlo así por la multitud de significados que el concepto conlleva, suelen quedarse en los acontecimientos que se suceden a una velocidad vertiginosa y sus opiniones están siempre sesgadas por la inmediatez del tiempo en el que ocurren.

No es menos cierto que cuesta creer a lo que se ha llegado en esta cuestión, pero si nos detenemos un instante y repasamos y analizamos concienzudamente los hechos que han ocurrido los últimos años, nos daremos cuenta de que la situación no es tan excepcional por mucho que ahora la gran mayoría se sorprenda, y que responde a una estrategia planeada y calculada desde la llamada transición a la democracia con la complicidad de todos los actores políticos de este país que de momento sigue llamándose España.

En los años 80, el porcentaje de los que se declaraban independentistas en Cataluña no pasaba del 15%, porcentaje que varió poco hasta hace apenas diez años. Ahora ese sentimiento, si podemos llamarlo así, lo comparten al menos el 45% de la población según el CEO, el llamado CIS catalán. Los que ahora se echan las manos a la cabeza, da igual el signo político en este caso, llevan años consintiendo que el Govern de turno, haya ido fabricando una masa de independentistas lo suficientemente amplia para desafiar al Estado. Los niños de aquellos años 80 que ya recibían doctrina catalana son ahora los miles de personas indepes que inundan las calles de Cataluña.

La estrategia de los antiguos nacionalistas catalanes ha sido la de construir un sentimiento independentista poco a poco y moldeando a su antojo a toda una generación de catalanes en base a tres ejes fundamentales, la educación, la comunicación y la economía, con la inestimable ayuda de los partidos políticos nacionales, PP y PSOE que miraban de perfil con tal de dar estabilidad política al país, y sobre todo, al gobierno de turno que poseían.

Así, tanto Felipe González primero como José María Aznar después, consistieron la fuga del Estado español de Cataluña, acrecentada aún más si cabe por los gobiernos de José Luis Rodríguez Zapatero y el fallido Estatut, aunque bien es verdad, que la generación de independentistas por eso años ya estaba fabricada y solo hacía falta activarla.

El 13 de noviembre de 2003 el entonces candidato Zapatero, en un mitin en el Palau Sant Jordi de Barcelona, pronunció la frase "apoyaré la reforma del Estatuto de Cataluña que apruebe el Parlamento de Cataluña". Aunque él posiblemente si cumplió la promesa, lo cierto es que sectores del PSOE y sobre todo la actitud del PP hasta el fallo del Tribunal Constitucional, activaron la generación de catalanes fabricada para desafiar al Estado. Entre julio de 2010 y noviembre de 2012, fecha donde se produce el rechazo por parte del ya gobierno del PP al nuevo pacto fiscal con Cataluña, aprobado previamente también por el Parlamento catalán, el independentismo pasa del 24,3% al 44,3% (Datos CEO).

No sé hasta qué punto el ya expresidente Zapatero se ha arrepentido alguna vez de lo que dijo o de lo que hizo, o si el PP ha hecho una seria reflexión sobre la actitud mantenida en esos años sobre Cataluña, dudo ambas cosas, pero es evidente que estos dos hechos marcaron el devenir del conflicto actual ya que activaron a esa generación moldeada durante tantos años por la educación aprendida en las escuelas catalanas, la comunicación recibida a través sobre todo de la televisión autonómica TV3, y el concepto “España nos roba”, factor económico coyuntural en esos años, tras los sucesivos recortes en educación, sanidad o servicios sociales que se produjeron y que acrecentaron la idea de iniciar el camino en solitario, por no hablar de la poca capacidad inversora del Estado en Cataluña en los últimos años, por mucho que algunos se empeñen en sacar números. La realidad es que comparar los servicios públicos e infraestructuras que tiene Madrid con Barcelona es hiriente para la gran mayoría de catalanes.

Todos estos ingredientes mezclados y agitados han hecho llegar a esta situación. Conviene hacer memoria, no quedarse en lo inmediato. Todas las situaciones tienen unos antecedentes, unos hechos que hay que desgranar y analizar para ver como se ha llegado a una situación determinada. La cuestión catalana es un proceso que lleva realmente gestándose desde la transición democrática, no nos engañemos. Mientras la cuestión vasca optó por la violencia como medio para conseguir el mismo objetivo, los arquitectos catalanes han ido socavando, con la complicidad del Estado, la identidad española en Cataluña, poco a poco, capa a capa, de manera silenciosa hasta su activación. Y no duden que de momento todo les ha salido como lo planearon.