A la espera de la ocurrencia que dará Puigdemont como respuesta al requerimiento del Gobierno de España de que diga por escrito si declaró la independencia de Cataluña o no, se pueden registrar dos hechos positivos sobrevenidos de la recalcitrante actitud secesionista de la Generalitat. Uno es el apoyo, más claro que de costumbre, comprometido por Pedro Sánchez a las medidas que adopte Mariano Rajoy; el otro, el despertar de la mayoría más que silenciosa silenciada por el agobiante entramado propagandístico de los separatistas catalanes durante décadas.
Rajoy ha actuado con inteligencia para captar el apoyo del PSOE manteniéndolo, incluso con intencionada anticipación, al corriente de las medidas a adoptar. Alinearse con el Gobierno para la aplicación del artículo 155 de la Constitución ha tenido como contrapartida el compromiso del Ejecutivo de abrir el melón de las reformas la Constitución en el plazo de seis meses. Era una demanda socialista histórica hasta ahora sistemáticamente ignorada por el PP. El acuerdo, junto con Ciudadanos, pondrá en la línea de salida al citado artículo de forma moderada y posiblemente concretado en primer lugar en la convocatoria de elecciones autonómicas.
Durante décadas la mayoría de los habitantes de Cataluña se ha mantenido ausente de la vida política, no expresando su opinión en público. Sólo acudían a las convocatorias electorales, dando su voto autonómico a los convergentes y el voto municipal a los socialistas.
Hay que recordar que las cuatro provincias Cataluña superaron en participación (67%) y votos afirmativos (91%) la media de España en el referéndum de la Constitución de 1978, mientras la polémica reforma del Estatuto de Autonomía catalán de 2006, se quedó en una participación del 49 por ciento y de ellos un 79 por ciento lo aprobaron. Es decir, de los posibles electores catalanes de entonces, 5.310.000, solamente 2.133.000 lo aprobaron. 3.177.000 ni se molestaron en ir a votar o lo hicieron negativamente. Numéricamente, queda reflejado que los catalanes eran más los nacionales que los independentistas.
El recurso de apelar a la mayoría silenciosa ha sido utilizado por dictadores y mandatarios de regímenes totalitarios para legitimarse a sí mismos publicitando la ausencia de protestas contra sus acciones, motivada en realidad por la represión política inherente a estos sistemas.
El despertar de la mayoría silenciosa en Cataluña, contagiando al resto de territorios, ha tenido varios escenarios destacados y se puede afirmar que no es un calentón momentáneo sino que ha venido para quedarse. El primer acto fue el día ocho en Barcelona. Bajo el lema "Prou! Recuperem el seny" ("¡Basta, recuperemos la sensatez!"), la llamada "mayoría silenciosa" tomó las calles de la capital catalana. La iniciativa, de Societat Civil Catalana, ha estado respaldada por el PP y Ciudadanos. El PSC no se sumó, pero animó a sus militantes a asistir.
El 12 de octubre miles de personas se manifestaron el jueves en el centro de Barcelona para celebrar en medio de la crisis institucional tras la declaración de independencia formulada por el presidente catalán Carles Puigdemont y luego suspendida. Societat Civil Catalana, la principal entidad convocante, pidió en su manifiesto, "firmeza democrática" ante el "golpismo delirante". Otra exhibición de patriotismo fue la masiva asistencia en Madrid al Día de la Fuerzas Armadas, en el que por primera vez participó la Policía Nacional.
La mayoría silenciosa ha despertado. Ha expresado, sin violencia, la pertenencia a una nación construida sobre los cimientos de la inclusión histórica de los pueblos de España en un proyecto común. Estamos en el buen camino.