En un magistral e inolvidable artículo de Pedro J. se describía a Rajoy como "el estafermo", un muñeco giratorio que usaban los caballeros medievales en sus justas. El artilugio se caracterizaba por estar bien amarrado al suelo, y tenía un escudo en una mano y una cachiporra con pinchos en la otra. El estafermo nunca se movía por iniciativa propia, pero si le atizabas en el escudo se revolvía y te lanzaba un cachiporrazo en base al principio de acción y reacción.
Pues bien, Rajoy ha permanecido inmóvil, como el estafermo, durante años ante el desafío secesionista catalán. Que venía Artur Mas a pedirle un pacto fiscal amenazando con un referéndum, pues Rajoy no se daba por aludido, y hacía lo que su naturaleza le dictaba: nada. Que le celebraban un primer referéndum el 9-N con miles de votantes saliendo en televisión humillando a los españoles, pues tampoco hacía nada. Que todo el Govern firmaba en pleno la convocatoria del segundo referéndum, tras pisotear los derechos de la oposición en el Parlament, con nocturnidad, alevosía y ante mil periodistas nacionales e internacionales, pues Rajoy como si oyese llover en Pontevedra. Que le celebraban el 1 de octubre un referéndum con dos millones de votantes, con Puigdemont sonriendo en TV mientras votaba y con los mozos de escuadra protegiendo las urnas, pues digo que no ha habido referéndum y así no me tengo que mover.
Estos acontecimientos, ante los cuales a los demás mortales nos herviría la sangre y reaccionaríamos inmediatamente, para el estafermo son solo espadazos que los caballeros que le acometen lanzan al aire, pero sin impactarle y sin ponerle en peligro a él personalmente. Por lo tanto no conviene moverse.
Pero he aquí, que a base de no hacer nada, la situación en Cataluña llega a tal punto que el estafermo recibe dos impactos brutales en el escudo. El primero se lo lanza el Rey, al afirmar que "es responsabilidad de los legítimos poderes del estado asegurar el orden constitucional en Cataluña". Y el segundo se lo lanza Aznar, poco después, al decir que "si Rajoy no encuentra el ánimo para actuar en Cataluña, o se ve incapaz, que dimita y convoque elecciones".
Y cuando todo el mundo especulaba con una aplicación blanda del artículo 155, o con algún tipo de acuerdo o diálogo con la Generalidad para convocar elecciones, siempre pensando en no causar un excesivo trauma en Cataluña, el estafermo -viendo amenazada su propia integridad por los lanzazos de los caballeros Felipe VI y Aznar- se revuelve, y un de solo mandoble fulmina a Puigdemont, a Junqueras, a todo el Govern, al Parlament, a TV3 y a los mozos de escuadra, dejando la Generalidad reducida a escombros. Es el porrazo del estafermo.