El viernes 27 de octubre Mariano Rajoy, presidente del Gobierno de España, declaró las medidas a adoptar en base al artículo 155 de la Constitución Española de 1978 sobre los dirigentes del Gobierno de la Comunidad Autónoma de Cataluña. Esa misma tarde, con un margen de horas de antelación, se produjo la cobardía de participar en una votación acerca de proclamar la República Independiente de Cataluña.
El esperpento llevó toda la mañana. El Presidente -en aquellos momentos- Carlos Puigdemont se negó a dirigirse al pleno del Parlamento desde la sesión iniciada el día anterior, al igual que el resto de los miembros de su equipo. El viernes, tras varios aplazamientos, comenzó el turno de los diputados de la oposición hasta llegar el momento de iniciar las votaciones. Se advirtió por los abogados de las cortes sobre la ilegalidad de iniciar la aprobación o no de la proposición.
Primero un diputado, luego otra diputada, solicitaron realizar el voto por medio de papel y urna. Las votaciones anteriores se efectuaron de la manera normal: tras pulsar el botón el diputado, se muestra una pantalla, mostrando a todos el sentido individual de cada voto. El abismo de la personificación del sentido del voto hizo aflorar la cobardía de todos. Pretendieron ocultarse; sin embargo, la advertencia de los abogados era la participación en dicha votación, siendo igual el sentido afirmativo, negativo o de abstención.
Minutos después, entonaron el himno Els Segadors; como no tuvieron bastante, más tarde volvieron a cantar esa canción en las escalinatas del Parlamento, acompañados por alcaldes separatistas, portando varas de mando.
Esa misma tarde se reunió el Consejo de Ministros de forma ordinaria y extraordinaria con un espacio de separación de menos de una hora. Se tomaron medidas extraordinarias, como fue cesar al gobierno golpista; a la par, se disolvió al Parlamento y convocaron elecciones el día 21 de diciembre. Es decir, en 55 días habrá nuevas elecciones en aquella Comunidad Autónoma. ¿Será suficiente? Probablemente no.
Al día siguiente se cesaba al Mayor Trapero -¡qué bien cae ese apellido a tal personaje!- del mando de la Policía Autónoma catalana, los Mozos de Escuadra. El Ministro del Interior relevaba de tal cargo y ponía en su lugar al segundo al mando. El motivo: la situación judicial del primero. Muchos tenemos en la retina cómo el Mayor acudía a la Audiencia Nacional a declarar de uniforme y de paisano en dos jornadas diferentes. Por cierto, la persona de uniforme y paisano caminando aquellos días a su derecha, es el sustituto en el cargo. ¿Resulta sorprendente? Puede ser... no.
El sábado por la mañana, mientras Carlos Puigdemont paseaba por Gerona, tomando unas cañas, en compañía de su esposa y protegido por Mozos de Escuadra en función de escolta, pese a no tener mando ni plaza, se difundió un video con palabras de dicha persona en la televisión pública catalana. El pie de foto otorgaba el título de “President de la Generalitat”. De lo expresado sobran varias características, dada la situación desde su destitución:
-Escolta: no es autoridad, ni debe de temer por su vida, ya que es un ciudadano más o menos normal, en un país pacífico y sin síntomas de peligro por su integridad.
-Ya no preside dicha comunidad ni tiene mando sobre dicho medio de comunicación.
¿Resultan extrañas estas actitudes? Seguramente no.
Íñigo Méndez de Vigo, Ministro de Educación, Cultura, Deporte y Portavoz del Gobierno de España ha manifestado que recibiría con agrado que Puigdemont y los líderes políticos apartados participasen en los comicios "porque sería una manera de que los catalanes juzgasen lo que hemos visto en el último año". Consulté dicha afirmación en varios medios de comunicación, incluso en otras tantas cadenas de televisión. Me negaba a mí mismo esa posibilidad. “Será un error, habrán traducido mal”, entre otras cuestiones, me planteaba. Pero no, no es no, recordé amargamente. ¿Resulta rara dicha afirmación? Probablemente no.
El Gobierno de España ha amagado la desactivación del Golpe de Estado. La contundencia exigida por la mayoría del pueblo español se ha quedado en un “te voy a meter, pero no te meto”, cuan pandillero cobarde de un minúsculo barrio.
Tiene las herramientas, como la Constitución y el Código Penal. Posee la razón de la ley para cumplir y hacer cumplir la normativa frente a los golpistas, que han desecho una parte del Estado por un bastardo sentimiento de independencia alejado de toda normativa; dispone de la fuerza, aplicada por el Cuerpo Nacional de Policía y la Guardia Civil, cuyos agentes son ampliamente valorados y queridos a lo largo de todo el territorio nacional, así como en las misiones encargadas más allá de nuestras fronteras.
¿Quién ha sido más cobarde en este Golpe de Estado? Probablemente ambos gobiernos: uno por hacer y otro por dejar de hacer.
El pueblo español ha estado muy por encima de todos los políticos. ¿Será suficiente? Ojalá sí.
¡Viva España!