En el artículo publicado en EL ESPAÑOL titulado A la RAE no le gusta ‘First Dates’ podemos leer las quejas del director de la Academia, D. Darío Villanueva acerca de los numerosos anglicismos que están poco a poco haciéndose con nuestra lengua, desplazando a términos propios de nuestra lengua.
Sin demérito de la queja del académico, no es menos cierto que la propia RAE cae en pecados todavía peores. No sólo incorpora anglicismos a su diccionario, sino que además traduce del inglés términos pero manteniendo el significado erróneo que tienen en aquella lengua. Un claro ejemplo es el término artes marciales.
Artes marciales de acuerdo a la definición que le da la RAE en su diccionario son “conjunto de antiguas técnicas de lucha de Extremo Oriente, que hoy se practican como deporte”. Esta definición apareció por primera vez en inglés en la edición de 1920 del Takenobu's Japanese-English Dictionary como una traducción del término bu-gei o bu-jutsu que significa "el arte o resolución de los asuntos militares". Es con esta concepción de “Oriental” o del “Lejano Oriente” que se ha incluido el término en el diccionario de español.
El arte es la “capacidad, habilidad para hacer algo” y el término “marcial” hace referencia a “perteneciente o relativo a la guerra, la milicia o los militares” (ambas según las propias definiciones de la RAE). Es decir, si nos atenemos a las definiciones de “arte” y “marcial”, un legionario romano, un soldado de los tercios, un caballero medieval, los guerreros visigodos, los soldados que plantaron cara a Napoleón, etc. hacían artes marciales. Todos ellos tenían sistemas de entrenamiento con y sin armas, todos ellos demostraron sobrada habilidad en los asuntos bélicos, todos ellos tenían sistemas de combate propios… sin embargo la RAE les niega la denominación de artistas marciales por haber vivido al oeste de los Urales.
Son numerosos los clubes de artes marciales que practican una disciplina relacionada con estos guerreros de antaño, las artes marciales históricas europeas. Esta disciplina busca la recreación de las técnicas de combate usadas antaño en Europa, es decir exactamente lo mismo que hace un practicante de Kung Fu (Wu Shu). Entre los practicantes de este deporte hay una voz que lleva años reivindicando que la RAE modifique esta definición para ajustarse a la realidad, el Dr. Ricardo Soto, maestro en uno de estos clubes y una de las personalidades más reputadas en esta disciplina.
No me queda más unirme a esta reivindicación. Estimados académicos de la lengua, los legionarios romanos no hacían calceta, hacían artes marciales. Los soldados de los tercios no hacían crucigramas, hacían artes marciales. Los guerreros medievales no trabajaban en una fábrica, hacían artes marciales.
3345 términos han sido incluidos o modificados en la última actualización del diccionario presentada ayer. Lamentablemente “artes marciales” no es uno de ellos. Esperemos que en la próxima sí que lo sea.