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¿Ha fracasado la solución Autonómica?

Manuel Ángel Fernández Lorenzo
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La sublevación de la minoría separatista catalana ha marcado el acontecimiento político más importante del año 2017, y quizás de las últimas décadas, pues habría que remontarse al golpe de Estado del 23-F para encontrar una situación tan crítica para la Monarquía parlamentaria que rige en España desde la llamada Transición a la Democracia.

De la misma manera que se ha magnificado el 23-F en el que, en realidad, al parecer hubo dos golpes, uno duro, el de Milans y Tejero, y otro blando, el de Armada, que se neutralizaron y fue el Rey, como árbitro, el que inclino la balanza finalmente para restablecer la situación y restaurar la legalidad que se pretendía conculcar, de igual forma el golpe de Puigdemont se paró por una doble reacción, la de la justicia que actuó a instancia de denuncias de Vox y particulares y, finalmente, con la aplicación del artículo 155 que la Constitución preveía para circunstancias de este tipo.

Dicha intervención se hizo por parte de un dubitabundo y tardío Mariano Rajoy, que no tuvo más remedio que cumplir con sus funciones presidenciales y retirarles las Competencias de Gobierno a la Generalidad, en tanto que eran prestadas por los únicos detentadores de la soberanía nacional, los españoles. Mariano, dubitativo antes, jugo a continuación a la ruleta la suerte de los separatistas, convocando unas elecciones precipitadas en las que el separatismo, a pesar del espectacular y esperanzador ascenso de Ciudadanos, se ha tomado una revancha propagandística y un resuello que le da una nueva esperanza de reiniciar el Proceso separatista, aunque a más largo plazo.

No se trata de pensar que un problema que se ha gestado durante tres décadas por la alianza entre las oligarquías partitocráticas madrileñas y los separatistas catalanes se vaya a resolver ahora con una mera intervención jurídica, aplicando el artículo 155 de la Constitución. Es necesario un giro de 180 grados en la política seguida en las últimas décadas por la mayoría del arco parlamentario, que consiste en seguir “dialogando” y cediendo ante las pretensiones separatistas. Esta nueva política debería hacer lo contrario, debería tratar de aislar a los separatistas, que como se ha comprobado, no representan a la mayoría de los catalanes, sino que son un minoría radical y además utópica y muy peligrosa para la actividad industrial en Cataluña. Precisamente esta es la política que recomendaba Ortega y Gasset, al que consideramos el padre filosófico de la solución autonómica, de aislar al separatismo por medio de la descentralización Autonómica, como un medio de quitar argumentos a los separatistas en su queja ante el Estado central, ante asuntos que pueden afectar a la mayoría de los catalanes, para dejarlos con las pretensiones separatistas puras, que solo interesan a una minoría integrada por soñadores, chiflados y algún que otro pillo, como los integrantes de la familia Pujol y adláteres.

Para ello, se necesitan nuevos políticos que, si no leen los correspondientes textos de Ortega, en los que defendió su idea de las Autonomías ante las Cortes de la 2ª República, porque como hombres de “acción” no lo suelen ser de lectura y reflexión, tengan asesores adecuados que se los expliquen. Dichos textos por los que podían empezar son los discursos Federalismo y autonomismo, El Estatuto de Cataluña y el libro La redención de las provincias. Léanlos y reléanlos despacio porque, con el tiempo transcurrido, y encontrándonos ante los mismos problemas que los provocaron, adquieren una profundidad y justeza como no se les pudo dar en su tiempo, estando además llenos de gran utilidad hoy. Pues los graves problemas que plantean las Autonomías hoy, como son las tendencias separatistas, el convertirse en reinos de taifas, con unos parlamentos regionales inflados y una tendencia al despilfarro derivan de esta vieja política equivocada que se ha llevado a cabo en las últimas décadas y no de la idea Autonómica como solución precisamente para frenar el separatismo, tal como la formuló Ortega.

Algunos pretenden volver al centralismo jacobino, como en la época de Felipe V o de Franco. Pero ese centralismo solo funcionó con una monarquía absoluta o con una dictadura, que pudo ser necesaria como solución provisional en circunstancias extremadamente graves, pero no como una solución más estable y duradera. La otra solución, el Federalismo o Confederalismo, que defiende la izquierda, también la critica Ortega, como una solución que vale cuando hay varias soberanías que buscan unirse, pero no cuando ya hay una única soberanía como ocurre en España.

Así que les deseo, para el próximo año, mucha felicidad y estas lecturas recomendadas, para haber si, cuando opinen sobre la cuestión Autonómica, lo hagan con más fundamento.

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