Cabeceras de periódicos.

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¿Tiene el periodismo futuro?

Mario Martín Lucas
Publicada

A mitad del siglo XIX, el filósofo escocés Thomas Carlyle, acuñó la afirmación de que el periodismo es el cuarto poder, a expensas de los tradicionales conocidos: ejecutivo, legislativo y judicial; utilizando una referencia de Edmund Burke, en la Cámara de los Comunes del Reino Unido de Gran Bretaña en 1787.

Esa afirmación venia a expresar la primera obligación de cualquier periodista de raza: constituirse en contrapoder de quien ejerza el poder.

De entonces para acá ha habido ejemplos paradigmáticos de esa función, a cuyo calor, crecieron los consumidores y seguidores de las principales cabeceras periodísticas, en cualquier país del mundo.

El caso Watergate fue, la cima de la ejemplarización del periodismo como cuarto poder, cuando una ardua investigación del Washington Post, encabezada por Carl Bernstein y Bob Woodward, llevó a la dimisión del presidente de la primera potencia mundial, USA, en 1972, en la persona de Richard Nixon, asumiendo su responsabilidad en las grabaciones realizadas a sus principales adversarios políticos.

Hoy se repite hasta la saciedad lo de la crisis del periodismo, con la incertidumbre sobre la viabilidad de sus proyectos empresariales y las amenazas que proyectan sus negras sombras sobre él, en forma de internet, las redes sociales y los miles de blogueros que reproducen noticias y emiten opinión de forma inmediata sobre cadahecho, constituyéndose en competencia pseudo-periodística”; pero el verdadero cáncer que lo amenaza tiene relación directa con su pérdida de credibilidad ante sus consumidores, seguidores y lectores; y ello tiene mucho que ver con su autonomía.

El periodismo, para mantener su independencia, y ser neutral de intereses de terceros, tiene que evitar las dos trampas, principales, que el sistema económico, y de poder, utiliza: la deuda acumulada por sus empresas editoriales y la publicidad institucional.

Un periódico, como El País, formando parte de Grupo Prisa, con unas perdidas en el año 2016 por 67,9 millones de euros, y una deuda financiera acumulada de 1.486 millones de euros, que tardaría en amortizar casi 300 años al ritmo de los beneficios obtenidos en el último ejercicio que lo logró (2015), con 5,5 millones de euros, en cuyo consejo de administración de sientan sus acreedores, desde su principal accionista, el fondo de inversión Amber Capital (19,2%), a Telefónica (13%), Banco Santander (4,2%) o Caixabank, es toda una alegoría de los verdaderos condicionantes de un periodismo independiente y con credibilidad. ¿Cual es el sentido de mantener una empresa incapaz de generar por si misma la devolución de su deuda?

Para más ejemplo, basta retroceder hasta el año 2014, cuando, a mitad de la primera legislatura de Rajoy como presidente del Gobierno, en el estrecho margen de las dos semanas entre el dos de febrero y el dieciocho de ese mismo mes, fueron cesados los directores de tres de las más importantes cabeceras españolas: Pedro J. Ramirez, en El Mundo; José Antich, en La Vanguardia; y Javier Moreno, en El País… ¿casualidad? Parece que el azar está totalmente alejado de esta coincidencia, sobre todo teniendo en cuenta los hechos acreditados por sus sucesores y que las penurias económicas de sus medios, se mantuvieron, por lo que la clave financiera solo fue la coartada de esas decisiones.

Y un ítem más, ¿qué tienen que ver, entre sí, Francisco Marhuenda y El gran Wyoming?, ¿y el periódico La Razón y el canal de televisión La Sexta?, ¿e Iñaki López, con la linea editorial de Antena 3?, pues que todos ellos forman parte de la misma empresa de comunicación, Atresmedia, propiedad del Grupo Planeta, en una situación que podríamos calificar, y resumir, a través del refranero español con la expresión de “encender una vela a Dios y otra al diablo”, quizás sometiendo la línea editorial de cada medio, más al espectáculo, que al interés informativo o, más gravemente, a intereses de parte.

Hace escasamente siete años, en el año 2011, El País rompía la barrera de los 400.000 ejemplares diarios, superando a los principales rivales que se situaban en 276.965, El Mundo; 248.029, ABC; 190.507, La Vanguardia; y 128.604, El Periódico. Hoy ninguno de ellos supera los 100.000 ejemplares diarios, y entre esas cinco cabeceras, a duras penas, alcanzan los 250.000 ejemplares diarios.

Al margen del avance de las nuevas tecnologías, la necesidad de información sigue existiendo en el ser humano, e internet es un ejemplo de ello, donde se busca aquello que no se encuentra en los medios tradicionales. La industria periodística tendrá que reinventarse, pero poniendo el foco en el cliente, como en cualquier negocio, y no en la complacencia con el poder de turno, y ante ese reto tres deben ser los faros de guía de su futuro: la honestidad, la fiabilidad y la libertad, entendida como la capacidad de informar, e incluso opinar, sin amarras, ni dependencias, pero con coherencia. Por ahí pasa el futuro, porque como enunció Andrew Vachss, las personas, antes, ahora…y siempre, son consumidoras de periodismo.

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