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Uno de los nuestros

Mariano Rajoy junto a su equipo directivo este lunes en Génova.

Mariano Rajoy junto a su equipo directivo este lunes en Génova. Efe

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Mientras a Mariano Rajoy le pisa los talones la nueva derecha de Ciudadanos, persiste en ser fiel a su conocida fórmula del tancredismo. Ya saben, esa que consiste en mantenerse quieto mientras los toros salen al ruedo para evitar que el astado te embista. Después del desplome en Cataluña, donde el PP queda al filo de convertirse en un partido residual, obligado a formar grupo parlamentario junto a los antisistema de las CUP (fiesta asegurada en el grupo mixto), nada cambiará en el organigrama de la formación conservadora, ni tampoco en el cónclave monclovita.

A lo sumo, cabe anotar el envío de Moragas como diplomático a la ONU, para resarcirlo de no haber sido nombrado ministro de Exteriores, después de que García-Margallo dejara como condición antes de marcharse, que en ningún caso le debía sustituir el aprendiz paradigma de eterno niño pijo. Y lo peor de todo no es la vieja tendencia de Rajoy hacia el inmovilismo, sino que la persistencia en él, hace que una simple nevada paralice al Gobierno y ridiculice los medios del Estado si no fuera por la intervención de la Unidad Militar de Emergencias del ejército, creada en su momento por el derrochador Zapatero.

Para culminar las sacudidas ante las que el estafermo (en vocablo de Pedro J.) quedará de nuevo inerte, esta semana se iniciará el juicio del caso Gürtel. La investigación apunta a la confirmación de que el PP valenciano actuó durante una década, al menos desde la campaña electoral de 2007, como una organización dopada políticamente por la sobrefinanciación empresarial. Camps, después de amenazar con el regreso, se verá obligado a reconocer que el asunto no iba de cuatro trajes, que no fue mártir de una causa y que el sistema estaba bien ensamblado para que la caja B funcionara a la perfección en un mecanismo exportable a la sede de Génova.
Hasta el momento, una de las claves de la defensa del PP valenciano, dirigido ahora bajo la vacuidad de la señora Boning, había consistido en defender la idea de que Álvaro Pérez El Bigotes o Francisco Correa, apodado don Vito, eran personajes que pasaban por ahí, como había pasado por la boda del expresidente Aznar y que se habían aprovechado de la generosidad y tal vez ingenuidad de los entonces dirigentes de su partido.

En la Gürtel se juzgan muchos delitos, pero sobre todo se cuestiona una forma de gobernar que se prolongó durante 20 años, vaciando las arcas de la Generalitat y lastrando las posibilidades de maniobra del actual Gobierno valenciano.

Fueron los años felices, los de los actos pomposos con reparto de raciones de paella y carreras de coches. Comparecerán juntos a los citados, Ricky, Ricardo Costa, Vicente Rambla, además de otros consellers. Y sobre todo se juzgará si Camps, aquel con el que Rajoy se situaba “delante, detrás o donde quiere que estuviere” logró la mayoría absoluta de 2007 y 19 diputados para Mariano Rajoy a través de un sistema de financiación ilícito. Como en la película Uno de los nuestros, pasarán todos entonces a ser parte de la gran familia.