Opinión

La solemnidad de Tabarnia y el circo de Pablo Iglesias

Albert Boadella en la presentación de Tabarnia.

Albert Boadella en la presentación de Tabarnia.

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En las últimas semanas, los españoles hemos disfrutado de un cierto alborozo, que poco tiene que ver con las festividades navideñas. La sensación colectiva del que consigue sacar el brazo del agujero donde le enterraron, ha sido marcada por dos hechos. El primero, la victoria histórica de un partido no nacionalista. Inés Arrimadas, sacó 1.100.000 votos. Sí, Ciudadanos, esos que hace 11 años, con Albert Rivera a la cabeza, se pusieron en la diana, literalmente, del aparato más poderoso e implacable de pensamiento único, el nacionalismo catalán. Fue entonces cuando se empezó a desenterrar la sensación de libertad, que junto al ansia de verdad y justicia, es lo que nos emancipa de por vida del miedo.

El segundo hecho que ha ahondado en ese ánimo de alegría de los españoles, ha sido la internacionalización de Tabarnia y el discurso de Albert Boadella, su Honorable Presidente en el exilio. Ninguna de las palabras recién recogidas, encierran el más mínimo espíritu humorístico, siendo sin duda las más solemnes que aquí se escriban.
Tabarnia, de creación previa, cobra su protagonismo ahora, porque los resultados electorales han demostrado la existencia de una realidad ocultada y reivindicada, frente a las mentiras de los supremacistas del tractor. El constitucionalismo ha ganado en las ciudades, en las zonas industriales, en las más humildes, y de mayor población. Ha ganado en España, en eso que decían que no existía en Cataluña, y que la Ley Electoral se ha encargado de ser la cooperadora necesaria de su destierro institucional.

Tabarnia pretende seguir siendo España. No abandona a quienes padecen el régimen nacionalista en Lérida o Gerona, ya que es un concepto que trasciende lo geográfico. Incluye a los perseguidos, excluidos y humillados durante décadas por hablar español, por ser españoles y no escupir públicamente sobre el cadáver de su sombra española, y así participar por fin en la vida pública. Piensen en Rufián, y tantos otros antes, como Montilla, del PSC, ése que le repugnaba a la Señora Ferrusola, que ocupase la presidencia por no tener apellido, ni nacimiento catalán. Montilla, que se encargó de expiar dicho pecado ante los Honorables de la nación de la corrupción, aprobando la legislación más perversa en la persecución de los derechos de los hispanohablantes, en materia de educación, y cine, y que apoyó consultas soberanistas en Ayuntamientos.

Tabarnia es el símbolo del levantamiento de los ciudadanos que quieren ser libres frente al apartheid nacionalista. Ninguna broma es Tabarnia, aunque el humor, en vez del odio, sea su idioma oficial. Porque como bien señaló Boadella, decir ¡Viva Tabarnia! es decir: ¡viva España!

El que ha pretendido aguarnos la fiesta ha sido Pablo Iglesias, en su reaparición televisiva. No soporta ver a los españoles disfrutando de cierta felicidad política, por lejana a él, claro.

Con su tono de verdadera indignación, y su cara de irritación ante preguntas sobre Tabarnia, se apresuró a censurarnos a todos nuestra alegría, proclamando el ¡Basta ya!, pero no contra la ETA, como lo hicimos los españoles, (por cierto, ¿dónde estabas en esas manifestaciones Pablo?), sino que sus palabras fueron: “Basta ya, los ciudadanos están cansados de Tabarnia”, “ya está bien de que nos tomen el pelo, ese circo permite que los corruptos de siempre sigan mandando”. Se lo dice a Boadella, que por denunciar al régimen, tuvo que exiliarse a Madrid, como tantos otros desde 1980, por ataques a su domicilio, por boicot sistemático de los Pujol. Sin embargo, no es un circo la política espectáculo, protagonizada por Podemos estos años. Es el humor de Tabarnia lo que es un circo intolerable para él, que en su superioridad académica, es más de la casposidad intelectual de reírse del cuñadismo.

Tabarnia le molesta a Pablo, porque España estorba a Podemos. Él sólo quiere volver a la dicotomía rancia de derecha e izquierda, que es donde él maneja el lenguaje cansino del odio, fachas, guerra civil, pobres, ricos. Quiere imponer una construcción de sociedad que no se corresponde con la realidad social española, por eso ha de aprovechar o provocar, situaciones excepcionales, sin las cuales no alcanzaría el Gobierno. De ahí su abstención, que ayuda a que el golpe continúe.

Podemos, pretende ocultar su histerohispanofobia hablando de volver a la agenda social, en contraposición a la “política de banderas”, que es como él se refiere despectivamente al constitucionalismo. Sin embargo, no denuncia que la independencia se ha financiado a costa de la dependencia. Y Colau se apresuró en la Agenda social, a recurrir la disolución de DIPLOCAT, organismo de succión de fondos para pagar la vida Real de los republicanos catalanistas.

Iglesias se siente fuera de juego en el debate constitucionalista y quiere censurarlo, porque se sabe perdedor del mismo, por un simple hecho. Por democracia. Los constitucionalistas, que defendemos una nación solidaria de ciudadanos libres e iguales. Somos más.