La estelada fugaz

Estelada en Bruselas. Reuters

Lo vivido esta semana en el Parlamento catalán no ha tenido parangón en democracia. Que los diputados del partido más votado en unas elecciones autonómicas tengan que salir escoltados por las fuerzas de seguridad debería ser motivo bastante para sentarse con calma a analizar la situación.

La burbuja nacionalista se ha pinchado, y está dejando, (como todas las burbujas), daños irreparables en todos aquellos que se elevaron metidos en ella y caen desde una altura considerable a una realidad muy dura. La estelada indepe se ha venido abajo y deja una traza en la que se lee meridianamente claro que sólo ha sido una cortina de humo para ocultar el malfuncionamiento de la Generalitat en lo básico, es decir, en sanidad, educación, gestión económica y todo aquello a que debe dedicarse un gobierno.

En lo que no han fallado es en montar un circo esperpéntico que ha costado miles de millones de Euros a los contribuyentes, catalanes y no catalanes. Embajadas, legaciones diplomáticas, bandericidios, huidas propias de comedias de espías, tupperwares a modo de urnas y un largo etcétera de actos bochornosos que han logrado situar a esa comunidad como hazmerreír de Europa.

Ayer se celebró uno más de sus show. Por si fuera poco, Ciudadanos, el partido más votado y el único grupo capaz de decir las verdades a la cara de los de todos, tuvo que abandonar el hemiciclo escoltado por la policía autonómica. ¿Llegará el día en que la sociedad catalana abra definitivamente los ojos y vea lo que es el nacionalismo? No parece cercano el día. Ese es mi deseo ante el paso de esta estelada fugaz...