La Reina del Pop

Chabelita Pantoja

Imagínate con 22 años, con acceso directo a la prensa y con un segway como medio de transporte. Imagínate ahora que eres peruana, con la carga racial antropomórfica que supone en este reino un tanto racista, y que fuiste adoptada por una reina folclórica para añadir aún más carga a tu genoma.

Imagínate que te crías en un castillo mudéjar con ínfulas de cortijo casposo, que tu reina madre viaja mucho y te deja sola en el torreón a menudo. Como poco empiezas a fumar a los trece y a beber Cruzcampo a los catorce. Imagínate que vives ignorada y tu último iPhone es la única puerta al mundo que parece entreabierta.

La cruzas, claro. La cruzas y te acuestas con los más chungos del instituto, a ver si no qué aburrimiento. Te dejan ir al cine con tu prima, que es hija de Chiquetete. Te dejan comer palomitas, beber cerveza y fumar Marlboro, ok, pero te obligan a volver a casa tras la peli, de manera urgente y con centinela. “La princesa está en castillo, señora, cante usted tranquila”

"Marinero de luces cruzó la bahía" – menudo truño, pero estás on fire en Tinder. "La niña es buena estudiante" – dicen de ti. "La niña sólo es libre en el instituto", piensas tú, pero ni estudia bien ni sabe leer a Bécquer pese a ser sevillano y folclórico. Tú vas al 'insti' a ligar. Como tu señora madre que lo mismo le pica aquí que allí y te trae gente en verano al castillo. La piscina abarrotada de cortesanos cutrísimos que beben latas en bikini y suben fotos a Instagram sentados sobre sillas blancas de plástico. Un cuadro.

Y miras tu iPhone, has hecho match con aquél macizo con pinta de fiestero; el de Sanlúcar. Marcha, marcha. Vuelves la mirada a la piscina. Un periodista tanoréxico reluce de aceite Johnson y la ex de un primo de tu madre que dice ser influencer canta y fuma Marlboro. Tu hermano, el principito, te ignora. Te ignora y te infravalora pese a ser él quien está dejando a la corona en ridículo. Él, heredero, linaje pura sangre, paquirri con pantoja, Triana.

Imagínate que acaba el verano, por fin, y vuelves al ‘insti’ donde estudia el chico de Sanlúcar. Te trata mejor que en palacio, te presta atención y, a juzgar por sus pitillos, tiene más vida ahí debajo de la que jamás pueda darte un cortesano, tan distraídos como están todos en vender sus egos a los muchos juglares del reino. Te acuestas con él, te quedas embarazada y se monta el pollo en palacio. Perdices.

Imagínate que, tras dieciocho años de vigilancia e ignorancia (y como sea que eso case), de veranos con casposos en tu piscina, de comparaciones odiosas con el príncipe, de ilegalidades varias de Queen Mama y de un goteo incesante de consortes que te tienen hecha un lío entre quién es novio, quién es tita o quién viene aquí a trincar. Lo normal, piénsalo, es que tengas ganas de jarana, que vayas de compras en segway, que te vayas a vivir a Londres, a Madrid o a Singapur, que vendas reportajes de Queen Mama, que ignores por completo al principito, que te cases y te divorcies más veces incluso de lo permitido para tu edad y que accedas, por descontado, a ganarte los euros como mejor saben hacerlo en palacio.

Imagínate que después de todo eso estrenas un reality. Lo disfrutas, lo gozamos, eres la Reina del Pop.