Muerte natural, muerte digna

El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, acaba de anunciar una proposición de ley para legalizar la eutanasia y así “ensanchar libertades”. Para Sánchez, un tema tan serio como disponer de la vida de otro, aunque sea con su consentimiento, es ‘ensanchar libertades’.

Por otra parte, la proposición de Unidos Podemos no salió adelante en marzo del año pasado, y ahora se está tramitando una proposición de ley de Ciudadanos, que sí ha salido adelante, de derechos y garantías de la dignidad de la persona ante el proceso final de su vida.

Resulta indispensable acotar los conceptos, pues estamos ante cuestiones tan decisivas como las concernientes a la vida y la muerte. Por ello, recordamos, con la doctrina más solvente y generalizada, que eutanasia es “la acción u omisión, por parte del médico u otra persona, con intención de provocar la muerte del paciente terminal o altamente dependiente, por compasión y para evitarle todo dolor”.

Hay que matizar que “matar o ayudar a matarse”, acciones moralmente reprobables, no es lo mismo éticamente que “dejar morir”, cuando no hay terapia y el estado del paciente es irreversible. En ese sentido, suspender un tratamiento calificado como fútil en situaciones carentes de expectativas terapéutica no supone eutanasia, siempre que se cuente con el consentimiento informado válido del paciente o de sus representantes legales.

De la dignidad intrínseca e inviolable del ser humano, germina el derecho irrenunciable de todos a la vida, siendo deber inexcusable del Estado protegerla y cuidarla, incluso cuando la persona, su titular, parezca no darle valor.

Entre otros conceptos importantes sobre esta materia, tenemos el “ensañamiento terapéutico”, cuando se aplican tratamientos inútiles o, sin son útiles, desproporcionados para el resultado que se espera de ellos. Obviamente, la aplicación, por el médico, de estos tratamientos, generalmente con finalidad curativa, representa una mala praxis. Entre las causas que pueden conducir a la obstinación es fácil detectar la dificultad en la aceptación del proceso de morir, el ambiente curativo, la ausencia de formación, la demanda del enfermo y de su familia o la presión para el uso de tecnología diagnóstica o terapéutica. Ni eutanasia ni ensañamiento terapéutico: muerte natural, muerte digna.

Es muy saludable e ilustrativo recordar que muchos ancianos de los Países Bajos están viajando a otros países para vivir allí sus últimos días. En la ciudad alemana de Bolcholt, fronteriza con Holanda, ha llamado la atención la creciente llegada de adultos mayores holandeses, temerosos de que les hagan morir “dignamente” a pesar de que la ley holandesa sólo puede practicarse a expresa y repetida petición del paciente.

Decía Chesterton que "la ley obedecerá a su propia naturaleza y no a la voluntad del legislador, e inevitablemente dará los frutos que hayamos sembrado de ella". Es una buena premisa de la que partir a la hora de afrontar una regulación en este campo.