Opinión

En defensa propia

Imagen de archivo de agentes de la Policía Nacional.

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Mucho se ha escrito de una lacra que asola a los cuerpos de seguridad del Estado. Al año decenas de Policías Nacionales y Guardias Civiles se quitan la vida sin que sus Ministerios puedan prevenir o idear políticas que consigan aminorar estos horribles sucesos.

En mi vida profesional me he encontrado con varios de estos casos y, con la cautela que me otorga el conocimiento de las circunstancias particulares de cada caso, parece que hay patrones que se repiten en todos ellos.

De sobra conocidas son las condiciones de trabajo de estos funcionarios. Hablamos de que viven, tratan y solventan los peores momentos de enfrentamientos entre parejas, de padres e hijos, de personas desesperadas, robos violentos, peleas, personas fallecidas y sobreviven a situaciones de tensión que ni la cotidianidad logra atemperar.

Si a esa situación laboral extrema se le suman problemas de pareja o familiares de difícil solución y los económicos derivados de sus exiguas nóminas, para estos héroes la vida puede hacerse insoportable.

Debajo de esos uniformes hay personas, hombres y mujeres con diferentes sensibilidades, capacidades empáticas y personalidades que a veces no pueden evitar llegar al límite de su capacidad para sobrevivir a situaciones profesionales y personales que les sobrepasan.

Con cifras que invitan como mínimo a la reflexión, parece que hace tiempo debería haberse ideado un plan estratégico diferente para evitar estos casos. Por ejemplo, en el ámbito de Policía Nacional es preciso recordar que existen técnicos psicólogos que prestan servicio en las diferentes Jefaturas Superiores de Policía, pero a este dato positivo le resta la situación de que si acudes a sus servicios, muy probablemente acabes con una detracción de derechos económicos y laborales por una baja por enfermedad común psicológica, (algo que poco ayuda a superar esta situación).

Es momento de trabajar duro en un sistema de prevención y detección de estas situaciones en las que todos los mandos y compañeros puedan jugar un papel importante a la hora de eliminar de la ecuación cualquier idea autodestructiva de quienes debajo de ese uniforme sufren situaciones insoportables.