El confesor de presas etarras y yihadistas

Todos los domingos, José María hace lo mismo. Coge su cartera, mete dentro su Biblia y algunos otros revólveres. Sube al coche. Conduce hasta la cárcel de Brieva (Ávila). Entra al recinto penitenciario. Pasa las armas dentro. Y se tira tres horas entre presas yihadistas igual que antes eran de ETA o de los GRAPO, haciendo ratatatá con la palabra de Cristo.

Todos los domingos desde hace más de 50 años hace lo mismo en una prisión española, decimos, y nunca se le terminan las heridas, esas biografías que se le abren en canal y lo dejan todo perdido.

Un día una presa terrorista te cuenta que en aquellos años llegó a disfrazarse de monja para ir a deleitarse con el dolor provocado por su atentado.

Otro día una etarra con 28 muertos en su haber te afea que te gusten los toros. "Había matado a todas esas personas, pero era animalista y no soportaba la sangre".

Otro día sabes que esa interna que tienes delante le entregaba la propia hija al esposo para que la violara, y que una vez que fue denunciada le arrojó ácido en la cara a la víctima.

Y otro día más una mujer presa por captar esclavas sexuales para la yihad -una musulmana de Cádiz que al principio se mostraba distante porque eres un hombre y para más inri sacerdote católico- te explica su biografía de mierda: cómo su marido la echó a la calle cuando supo que era estéril y lo que vino después.

José María Fernández-Martos podría recordarnos un poco al padre Damien Karras de El exorcista. Si no fuera porque el jesuita de 82 años es mucho mayor que el cura de la película; porque el cordobés lleva tabaco y chocolatinas para las reclusas en vez de agua bendita; y porque en esta historia de terror y de amor los demonios a exorcizar son completamente terrenales.

"Me costó ir a reconciliarme con las internas de ETA. Si os digo la verdad, con alguna todavía se me tensa el estómago si sigue albergando propósitos de muerte".

Pero José María va. Para eso hace los 110 kilómetros todos los domingos, para eso se hizo sacerdote, para eso bucea en esta vieja Biblia (cinco veces encuadernada) donde le firman, le escriben, le han pegado recortes y hasta le han hecho dibujos desde una mujer que mató a cinco obreros hasta un hombre que violó a seis chicas.

"Es mucho lo que no se puede hacer, sobre todo con las del GRAPO y las de ETA. La peor muerte en estas vidas se produce en las mentes de las que son llevadas por la violencia de manos de la ideología. Es un destrozo de lo esencial: otra vida les estorba y la eliminan. Se trata de decirles que Dios las sigue queriendo. Yo, a estas alturas, lo digo con un convencimiento que a muchas les llega al fondo. Casi todas me piden que rece. Les hago unas oraciones breves y ajustadas a su situación y su pasado. Pongo mis manos sobre sus cabezas. No pocas veces acaban con lágrimas".

Una paradoja es que las mismas manos que le han volado los sesos a alguien por pensar distinto le tomen las medidas al cura para hacerle un jersey verde. "Me gustaría hacer punto, José María. Me enseñó mi abuela. Tráeme lana y modelos y te hago uno".

La paradoja es que una catequista ejemplar que dedicaba su tiempo libre a bañar a discapacitados tope con un "cura vasquizante" y un novio etarra y al cabo de los años acabe ahí, frente a José María, "dame un caramelo, anda", condenada a 12 años.

La paradoja, la mayor de todas, se la contamos antes: la presa -una interna muy conocida por su historial de sangre- estaba penando por casi una treintena de asesinatos. Llegó José María. Ella lo recibió con un desdén nuevo.

-Me has decepcionado, José María -le dijo un día.

-¿Y eso?

-No sabía que te gustaran los toros... ¿Cómo te puede gustar ese espectáculo sangriento?

El religioso, que empezó visitando a los internos de la cárcel de Alcalá de Henares a los 25 años, también estuvo en las prisiones de Yeserías y de Carabanchel. De estas dos últimas fue expulsado. El motivo: haber denunciado ante el Defensor del Pueblo la situación de los niños y ciertos métodos aberrantes, como la sujeción de los enfermos mentales con esposas. Desde 1982 se decantó por ir a visitar exclusivamente a las mujeres presas. Ahora lo hace en el centro abulense de Brieva, adonde acompaña a reclusas por terrorismo y por delitos comunes.

-Todo se soluciona con caramelos y cigarros -bromea en serio-. Los seres humanos tienen que encontrarse en el caramelo, en el "marchando dos de gambas"...