Pocas veces, por no decir ninguna, aparecen en los grandes titulares historias normales de personas corrientes que se limitan, nada más y nada menos, que a hacer bien su trabajo y cumplir con los demás. Gente que pasa desapercibida para todos menos para quienes tratan con ellos, que en seguida perciben su entrega y su dedicación desinteresada.
Como el de un enfermero. Desde 2009, este enfermero se dedica en cuerpo y alma a una consulta muy especial en el Hospital Gregorio Marañón de Madrid, donde cada día ve a unos 20-25 niños con trastorno del espectro autista, recibe entre 40 y 50 llamadas y responde a unos 25 e-mails. En toda su trayectoria profesional (tiene 60 años), asegura, "este servicio es el que más satisfacción me ha producido como persona"
Como el hay miles de héroes anónimos que no abren telediarios, pero que cada día realizan una labor extraordinaria por los demás. Personas que no sólo cumplen rigurosamente con su trabajo, sino que marcan la diferencia en ese hospital o en ese centro de salud en el que trabajan.
Si la sanidad en nuestro país es un gran pilar de la sociedad, es precisamente gracias a los profesionales que la forman, que nos hemos esforzado en que los recortes de los últimos años no lleguen a los pacientes.
Porque a pesar de que en cuatro años la inversión en sanidad se ha recortado en más de 8.800 millones de euros, según datos de la Organización Médica Colegial (OMC), y de que en 2010 se bajó el sueldo de todos los empleados públicos, la satisfacción de los españoles con el sistema sanitario sigue siendo positiva, y el 66% cree que funciona bastante bien.
«Los pacientes no han sufrido todo lo que se ha recortado en sanidad porque los profesionales han dedicado mucho esfuerzo a que esto no fuera así, a pesar de que les han aumentado las jornadas y bajado el sueldo», declara a este periódico Vicente Matas, representante nacional de Atención Primaria de la OMC.
Guillermo Fouce, profesor de Psicología en la Universidad Complutense de Madrid y presidente de Psicólogos Sin Fronteras, explica que «el salario es una motivación extrínseca, es decir, que viene de fuera, mientras que el gusto por lo que uno hace es una motivación intrínseca». Esta última, cuenta, «es mucho más sólida y potente, y lleva a resultados más eficaces».
Y aunque el salario, sin duda, es importante, este psicólogo explica que en profesiones del ámbito sanitario, como las que aquí presentamos, «muchos de los refuerzos motivacionales tienen que ver con el vínculo personal que se crea con alguien. El profesional verá que el paciente se siente agradecido, que mejora, y no necesita por ello salir en los grandes medios». Un aumento en la remuneración, de hecho, siempre que se tengan cubiertas las necesidades básicas, «es mucho menos eficaz a partir de cierto límite». «La capacidad de superación, el estar a gusto o el reconocimiento social» sí que son, en cambio, esenciales en nuestra actividad profesional.
Sigamos manteniendo y luchando por lo que nos da vida y por los que nos ayudan a mantenerla, que viva nuestra sanidad pública.