No hace falta papel

Una presunta amistad se basa en la identidad de determinados conceptos entre ambas partes. Tratándose de miembros de la Unión Europea, pese a la única acepción económica de la realidad con algunos dirigentes, lo más importante es la seguridad. Ese aspecto, dentro del ámbito jurídico, garantiza una prosperidad económica de los estados, cuyo sustento son las empresas y, como término frecuentemente olvidado, los ciudadanos.

La creación de una empresa, al menos en España, supone un conjunto de disposiciones legales. El pago de impuestos, más o menos elevados, dependiendo el lugar geográfico de residencia, garantiza la legalidad del proyecto. Esas contribuciones al conjunto de la sociedad nos garantizan unos derechos. El Gobierno debería protegernos de cualquier “golfo apandador” que pretenda socavar nuestros intereses, propiedad y, como término en común, seguridad.

Los impuestos son diferentes a lo largo y ancho de las 17 Comunidades y 2 Ciudades Autónomas de este hermoso país llamado España, a quien muchos amamos, otros quieren sí y sólo sí, cuando subvencionan sus correrías. Por ejemplo, el impuesto de transmisión patrimonial. En Castilla y León, Madrid, Andalucía y Valenciana se ha de aportar una cantidad diferente entre ellas. ¡Qué voy a decir si se trata de una herencia familiar! ¿No parece demasiado caro mantener tanta “autonosuya”?

Un importante avance, según anuncian los políticos, es la integración en la Unión Económica Europea. Allí, en un Parlamento, cuyo diseño se parece al hemiciclo de la saga cinematográfica “La Guerra de las Galaxias”, rigen el 80% de nuestra legislación cotidiana. Esa Unión se dio cuenta que, una nueva medida para luchar contra el crimen sería establecer un espacio europeo de seguridad común. Ahí nació el Acuerdo de Schengen.

Nuestros representantes en aquél congreso acordaron la creación de la “Euroorden”. ¡Oiga, qué buenas ideas tienen si se cumpliera! Casi me vengo arriba, disculpe. La literatura legal denomina como “resolución judicial dictada en un Estado miembro de la Unión Europea con vistas a la detención y la entrega por otro Estado miembro de una persona a la que ser reclama para el ejercicio de acciones penales o para la ejecución de una pena o medida de seguridad privativas de libertad o medida de internamiento en centro de menores.”

Ese espacio europeo, donde la confianza nos hace entregar derechos, antes de conocer las obligaciones, a los ciudadanos miembros, suele sufrir tremendos revolcones cuando se trata de nuestros nacionales. Sí, ese término que tanto fastidia a algunos individuos a la hora de cumplir la ley aquí, pero que ninguno rehúye cuando han de recibir un estipendio, sueldo o subvención para vivir como un “Rajá” del Oriente.

Bélgica, es un auténtico “truño”. Un lugar donde, desde antiguo, se tiene constancia de sedes del tráfico de cuestiones de dudosa legalidad a través del puerto de Amberes. Nos sacudió el orgullo patrio al negar la extradición de cinco delincuentes, según nuestro ordenamiento jurídico, para ser puestos a disposición de la instrucción judicial del Golpe de Estado en Cataluña. ¿Cómo puede tener la sede de las instituciones europeas en su territorio cuando no respetan a un estado miembro?

Alemania, la llamada locomotora europea, nos ha vuelto a sacudir una bofetada judicial. Es más, cuando todos confiábamos, las buenas gentes de España me refiero, en la identidad judicial entre ambos países, un juez regional niega la extradición de un prófugo de la Justicia española. Cuando no nos habíamos repuesto, la ministra de eso que llaman “Justicia” allí revela en declaraciones cuestiones indignantes, dando a entender que ella sabía antes de dictarse el sentido del juez regional.

Los jueces, al parecer de la especie humana, viven, moran y tienen vida privada, además de su labor en los estrados. Ellos, igual que el resto, reciben información, datos y noticias por medios de comunicación al menos. Los espacios de noticias, los comentarios de amigos y familiares, además de unas excelentes imágenes pueden aportar y aportan conocimiento a las dudas que puedan generara los letrados de los “golfos apandadores”.

Nuestro país es maravilloso. Es la organización territorial más antigua del continente europeo, cuya “unión” algunos extremistas pretenden dinamitar. Serpientes, rastreras, cuyo veneno se inocula con palabras silabeantes en varios idiomas surcan el aire continental y mundial. ¿Qué deberíamos de hacer desde nuestra posición?

El mayor fallo es la comunicación. Nuestras virtudes geográficas, gastronómicas y culturales son harto conocidas en todo el mundo. Hemos aireado esas maravillas. Bien podrían disponer las imágenes, informes, hechos, acciones, presuntos delitos y su comisión ante el orbe mundial. No, no hace falta papel en el siglo XXI para distribuir conocimiento a esos que dicen ser “hermanos” europeos, aunque se portan como malditos bastardos.