Después de casi diez días del famoso penalti señalado en el Real Madrid-Juventus, que para cierto sector de la prensa, o mejor dicho, ciertos periodistas que escriben al dictado, la cosa todavía sirve para dar carrete al asunto con tal de levantar cortinas de humo sobre otras cuestiones de mayor pujanza social, política y económica.

Que este episodio futbolístico haya servido una vez más para distraer mentes y alejar otros asuntos de mayor rango, pues confieso que sí. La actualidad en este país pasa por entretener a la parroquia sin escatimar esfuerzos y es ahí en donde ciertos medios se encargan de sacar del fondo de armario cualquier argumento, bien para solapar oscurantismos de cuerda propia o disociar de la realidad lo que el interés perseguido traiga cuenta.

Me refiero a que entre fútbol y bachilleres sin título este país ha vuelto a la esencia, cosa que se agradece y es síntoma de que algo está cambiando, aunque este ánimo guarde ciertos rasgos subordinados con tiempos pasados. Me explico. Si en tiempos de Franco eran toros, fútbol y demostraciones sindicales, hoy, o sea, hoy mismo, la cosa está donde lo dejamos allá por 1975 con la muerte del susodicho. Veamos. Un partido de fútbol de gran expectación puede durar semanas, máxime cuando éste lo es a doble enfrentamiento, prórrogas, penaltis y jugadas de alta resolución; de manera que al personal se le abduce con estos temas y no con otros de primera enjundia.

Jugar al despiste es cosa fácil para quienes gustan en hacer revoluciones diarias a costa del contrario. Es una manera de conquistar el sitial y el bastón de mando, sobre todo en época de celo, ya saben, proximidad de elecciones legislativas. Luego están los que teniendo argumentos para replicar acostumbran a poner la otra mejilla.

Callada por respuesta y en paz. Hoy en día ser bachiller dentro de la clase política es colocar el listón demasiado alto, salvo excepciones, pero hay que tener en cuenta que una buena parte de los representantes electos han dado sus primeros contoneos dentro de la militancia de base. Vamos, que se han hecho a sí mismos desde la pubertad y han mamado de la ley de oportunidades para escalar posiciones, darse a conocer y confeccionar unos historiales académicos de copia y pega. Más de pega, diría yo. Todo eso por no hablar de currículums confeccionados a medida del mejor diseñador o diseñadora de moda. Pero estos son otros casos de titulitis aguda que nada importan o poco interesan cuando interviene según qué línea editorial.

Y claro, mientras se distrae al personal con cuestiones tan de primera necesidad como si el penalti fue o no lo fue, pues eso, a exprimir la manera de desviar la atención a costa de Benatia, Buffón y Lucas Vázquez, mientras las tendencias periodísticas actúan según mandato ideológico. Parto de la base de que el caso de los ERE en Andalucía, sin duda el mayor escándalo económico de nuestra democracia, cuya trama, al parecer, estuvo activa entre 2001 y 2010, es decir, diez años de corrupto proceder y cerca de 900 millones de euros a disposición de los presuntos, se desvanece con la tan socorrida polémica arbitral. Mientras tanto el supuesto trinque deja de ser portada. Al parecer son corruptos que poco importan o nada interesan.

Llegados a este punto me dejo seducir por las reglas del juego y la actitud de ciertos sectores de la información cuando entran al dictado de lo que les interesa. Ahora lo ha sido con los másters y los currículos inflados de la derecha. A mí me parece muy bien, que quieren que les diga. La clase política no solo tiene que serlo, sino también parecerlo. Educación y cultura, Señorías, como principio de inviolable requisito para el buen gobierno. De manera que es de justicia pedir a quienes afinan la puntería en materia de investigación académica que lo hagan a todos por igual, que en cuestión de cultura general, graduado escolar, bachiller, licenciatura, diplomatura o doctorado a buen seguro que arrieros somos en titulitis de gracia y favor en más de uno y en más de dos. Que por la cara los habrá en nada que pidamos credenciales y si en negarse fueren, pues someter a todas sus Señorías, sin excepción, a un polígrafo o incluso al mismísimo suero de la verdad. Por el mismo precio, qué más da. En fin, como dijo Don Quijote: “Adonde interviene el favor y las dádivas, se allanan los riscos y se deshacen las dificultades”. En qué estaría pensando tan celebérrimo hidalgo. 

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