Detrás de un gran hombre

Pidiendo hora para certificar el siglo de vida todos los que rodeamos al centenario hablamos de su existencia. Certificamos una cantidad de hazañas magnificadas por el paso de los años, años que difuminan la verdad de los miles de míticos sucesos que ha protagonizado el héroe. 



Detrás de las grandes gestas del centenario se sitúan muchas personas que han sustentado y sustentan su vida. Una persona destaca notablemente por encima del resto: su hijo. Siempre a la sombra del “jefe”, ha sido el freno inteligente a cada una de sus locuras, el brazo ejecutor de todas las empresas que promovió en su vida laboral sacrificando una independencia que, sin lugar a dudas, le hubiera llevado al mayor de los triunfos, pues su capacidad mental y física no conoce límites. 



Su hijo y hoy cuidador siempre le profesó una insondable admiración, lo cual hizo olvidar la innumerable cantidad de defectos que atesoraba. Huraño, antipático, desagradable, sincero hasta ser hiriente y poco amigo de demostración alguna de algo que pudiera asimilarse al cariño, características todas que dejaba en un segundo plano por su tremendo sacrificio para con el mantenimiento de los suyos. 



Hoy, postrado en un sofá e impedido para incluso gobernarse por sí mismo, sigue siendo su hijo quien le cuida con mimo y el que le procura una forma digna de vida hasta que su cuerpo aguante, y va a por 100. 



Detrás de una gran persona siempre hay personas aún más grandes, mi padre.