Opinión

Bebés robados

El doctor Eduardo Vela durante la primera sesión del juicio celebrado en la Audiencia de Madrid

El doctor Eduardo Vela durante la primera sesión del juicio celebrado en la Audiencia de Madrid A. P.

  1. Opinión
  2. Blog del suscriptor

Para los que aún creemos en la justicia ciega como medida reguladora de convivencia entre lo legal y lo ilegal, se nos hace muy costoso contemplar la pasividad que de los actos delictivos desembocan en los juzgados y prolongan en el tiempo su resolución.


Aquí la justicia es tan lenta que aún está pendiente de celebración la vista para que Adán y Eva, presuntos implicados en la trama de la manzana prohibida, declaren en el juicio abierto por siniestralidad humana. Si de mi buen y admirado amigo Rafa Jiménez dependiera, la vista ya estaría más que resuelta. En él descansan pleitos de mayor enjundia y su solvencia en aspectos legales sienta jurisprudencia hasta en asuntos que regulan el proceder de la iglesia católica. Que ya es decir.    


A estas alturas no es de extrañar como se aletargan las causas pendientes, y lo peor es que nos  estamos  acostumbrando al ritmo que tiene la justicia cuando la calle toma la palabra. Nos enfrentamos al robo de bebés que, al parecer, resultó una práctica frecuente allá por los años 70 en nuestro país. Ya ha llovido desde entonces.  Debido a este letargo  fallece Sor María Florencia Gómez Valbuena, la primera persona a la que un juez abrió diligencias en España y llegó a ser citada como imputada, pero la monja alegó motivos de salud para no acudir y cuatro días después falleció. Esto ocurrió en Enero de 2013. De su muerte nada que reprochar, si no fuera por todos esos bebés que bajo sospecha pudieron haber sido cambiados de brazos. A veces la conciencia cristiana aparca su propia doctrina en actos nada reveladores para la fe. Se hace costoso imaginar como una nueva vida puede ser objeto de mercadeo, - perdonen la expresión, sin duda poco atildada- pero el dictado de algunos causa tanta náusea que el vómito se hace palabra. 


Mucho me temo que una vez más quede la rabia, el dolor y la impotencia en las puertas de lo penal. Y es que llevamos desde los años 70 destapando este escabroso asunto. Quizás una justicia más ágil, más del siglo XXI, permita mayor coherencia y menos indulgencias, menos indultos y más protección al débil y honrado ciudadano. “Ganamos justicia más rápidamente si hacemos justicia a la parte contraria” lo dijo Gandhi; y créanme que un pueblo bien protegido por sus leyes y bien representado en justicia hace que el ser humano adquiera mayor compromiso y lealtad.  


Aquellos que fueran víctimas de la traición por el solo hecho de traer hijos al mundo y siéndoles éstos arrebatados por el silencio administrativo de unos cuantos filibusteros de la conciencia humana, solo cabe alimentarles en la esperanza de que algún día el Dios de cada cual  les devolverá el favor por haber dado vida a la vida. Ojalá la  justicia terrenal tomara ejemplo del favor del ser humano cuando la fe se presenta como parte actora de la demanda.   


Tras mucho batallar en calles y en los juzgados, los afectados han logrado llevar a la Audiencia Provincial de Madrid el primer juicio por bebés robados en España. Una causa que juzga en estos días  al doctor Eduardo Vela, para quien la Fiscalía pide once años de prisión por el robo de un bebé en 1969 en la clínica San Ramón de la capital. Ojalá que los hijos ocultos tengan siempre la supremacía de ser amados por el beneficio de la duda. Las madres biológicas esperan que así sea.