Hoy los españoles estamos decepcionados. Nos guste o no el fútbol, hemos visto como un equipo que nos representa ante el resto del mundo, navegaba a la deriva sin orden ni concierto, con poca ilusión, sin confianza, dependiente de individualidades, sin conjunto. Por desgracia, esta selección es un reflejo claro de la situación de nuestro país, España.

Comenzando por el Real Madrid, que tanto ha contribuido a la difusión de nuestra marca España, pero con un presidente que antepuso su ambición personal y sus intereses particulares a los de la nación. Una vergüenza el anunciar el fichaje del seleccionador a escasos días del comienzo del Mundial.

Siguiendo por el comportamiento infantil del responsable de la Federación, que enrabietado antepuso su ego al interés del equipo, cesando a quien dirigía el equipo en el último minuto.

Y finalizando con un seleccionador accidental, que nunca debió aceptar el puesto, porque sabía perfectamente que no se puede dirigir un equipo de una semana para otra y que lo iba a conducir al desastre.

El fracaso de nuestra selección de futbol es una muestra del poco patriotismo de nuestra clase dirigente, más preocupada por mantener sus prebendas que por el interés de la nación.

¿Qué podemos esperar de ellos, cuando tenemos un gobierno que se fundamenta en la honestidad y lucha contra la corrupción, y que en sus primeros días es capaz de ceder a los nacionalistas la entrega de personas acusadas de graves delitos o de terroristas a unos cuasi-estados que los liberarán de forma inmediata para que hagan apología del odio a España, para que ayuden a romper nuestra convivencia, a atacar a nuestras instituciones y a denigrar a sus conciudadanos que no comulgan con su postulados?

¿Qué podemos esperar de un gobierno que sus primeras medidas son nombrar directores de los medios públicos de comunicación y del centro de investigaciones sociológicas a personas absolutamente dependientes de los partidos, esbirros del poder y conocidos gregarios?

Los españoles somos un pueblo orgulloso de nuestra historia, un pueblo que merece mucho más que lo que nos proporciona esta miseria. Tenemos la obligación de renovar nuestra clase política y, por ende, nuestra clase dirigente. Ellos no son merecedores de representarnos. Por eso debemos reclamar el derecho a decidir, pero no el de los sectarios nacionalistas, sino el de todos los españoles en unas elecciones generales libres y democráticas.

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