Sr. Presidente de Bankia:





Utilizo el tratamiento de usted al tratarse de una carta abierta que tiene que ver con sus responsabilidades al frente del, hoy, banco con mayoría pública en su capital, a pesar que en las ocasiones que hemos hablado anteriormente, el tratamiento dispensado fue de tuteo, lo cual agradecí.





Trabajé durante cuarenta años entre Caja Madrid y Bankia, para mucho antes de lo que yo hubiera querido, e imaginado siempre, tomar la que entendí que era la mejor decisión, aceptando la salida voluntaria que se nos propuso, a personas que hubieran superado una determinada edad y condiciones. Entre dos escenarios de incertidumbre, opté por el que más certezas tenía tras de sí, dando por ganadora a la racionalidad en su combate con los sentimientos y el corazón.





En una conversación privada en el año 2013 pude plantearle las tres preguntas que me surgieron en el mismo momento de la nacionalización de Bankia, a las cuales usted me respondió, aunque sin convencerme con los argumentos empleados. Situación en la que hoy me mantengo.





Lo que entonces no pasaba de una duda razonable, sobre la devolución del rescate público a cargo del contribuyente español, es hoy una certeza.





Los conflictos con clientes por las pérdidas generadas por la vía de la emisión de participaciones preferentes o en la OPS de Bankia, han sido canalizados adecuadamente a través de sistemas que han terminado por compensar a los perjudicados por aquellas malas praxis y, al margen de las ayudas públicas no recuperadas, el único colectivo sacrificado con la crisis de Bankia, incubada bajo las presidencias de sus antecesores, Miguel Blesa y Rodrigo Rato, son los trabajadores que han perdido sus puestos de trabajo, más de cinco mil, situación especialmente injusta en los casos de los 539 empleados a los que se despidió de manera forzosa, destrozando su futuro y condenándoles a la desesperación que, a algunos de ellos, les llevó incluso a acabar con sus vidas. Todo ello mientras se rechazaron salidas voluntarias a más de 1.200 personas.





En su comparecencia en el Parlamento, el pasado diecinueve de junio, usted alegó que cualquier despedido forzoso en Bankia había rechazado ciertos destinos con movilidad geográfica, siendo ello inexacto y de eso hay quinientos treinta nueve testigos dolorosos que son cada uno de aquellos despedidos forzosos.





En las ultimas semanas usted ha afirmado, en diferentes ocasiones, sentirse orgulloso de haber recuperado el afán de permanencia de la marca Bankia, relatando que “…hace años a los empleados de nuestras oficinas … les daba vergüenza decir que trabajaban en Bankia e incluso cuando cogían un taxi pedían que les dejara al lado para no decir dónde iban. Ahora todo eso ha cambiado…”, permítame decirle, Sr. Goirigolzarri, que por mucho que haya evolucionado esa percepción, no se habrán alcanzado los baremos al respecto que se daban en Caja Madrid, una entidad que durante trescientos años fue capaz de ganarse la confianza de sus clientes, con la mejor de la estrategias: gracias al boca a boca, la honradez y la vocación por el servicio al cliente; cuyas oficinas siempre se reconocían por la ingente cantidad de público que quería acceder a ellas, porque ya se sabe que solo se asumen largas esperas si lo que se obtiene merece la pena.





Aquella era una entidad que, no hace demasiados años, fue la preferida de los españoles para trabajar en ella, hasta que se optó por malgastar su prestigio, priorizando el negocio inmediato, los objetivos a corto plazo y anteponiendo intereses bastardos, con el significativo dato de que quienes dirigían la política de banca comercial entonces, siguen en sus puestos en la Bankia de hoy, presidida por usted.





El gran activo inmaterial que suponía la confianza de los clientes en Caja Madrid, se dilapidó en forma de participaciones preferentes, deuda subordinada, acciones de la OPS Bankia y un descontrol crediticio total que fue parte causal del origen de la burbuja inmobiliaria, a consecuencia de la cual luego se vendieron activos a bajo coste, rentabilizados rápidamente por inversores de oportunidad.





Bankia sigue siendo hoy objetivo de la presión de los bajistas en la cotización de sus títulos, y no es previsible que deje de serlo en el próximo tiempo. Le afecta la alta participación del Estado español en ella y la existencia de un plazo para su privatización en 2019, cuya prórroga a 2020 no calmará a los mercados, pero también arrastra sombras en su forma de hacer, y en la política laboral con la que se acometieron aquellos despidos forzosos, igual que el mantenimiento en la estructura directiva, liderada por usted, de personas con una significada participación en la forma de acometer unos hechos que acabaron con una entidad financiera que fue la más solvente entre las españolas a nivel europeo, antes de ser dilapidada en sus recursos y en su prestigio.



La verdadera cuestión pendiente en Bankia, Sr. Goirigolzarri, es recuperar su alma.

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