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Si sales no entras en veinte años

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Hay determinadas profesiones que exigen una formación, dedicación y, además, un sentimiento muy profundo por el trabajo diario. Si bien todos tenemos en la cabeza a aquellos sacerdotes católicos, apostólicos y romanos, cuyas únicas ocupaciones eran la pastoral en las parroquias y, cuando mucho, la docencia en colegios, institutos o universidades.

El devaneo entre la política y el ámbito laboral es cada vez más susceptible. Se lucha antes de llegar a la política por “humanizar” más a aquellos endiosados que residen en la moqueta, coche oficial, escaño y dispositivos electrónicos a cargo del contribuyente. Aquellos soñadores, quienes abominaban de las ventajas de la “clase política”, una vez alcanzado el convoy, al menos subidos al pescante, se pegan como lapas a las ventajas y privilegios. Los kilómetros en AVE y avión, a poder ser en clase “superchachi”, les llevan a lo largo y ancho de España.

Si alcanzan responsabilidades municipales pueden girar visitas a los rincones más recónditos del planeta, incluso hacen viajes cuya finalidad pudiera ser más que sospechosa. Más de uno -y una- han sido cazados en viajes particulares a Estados Unidos -aunque pongan a parir aquella cultura, sistema político y sus costumbres sociales-. ¿Qué nos van a contar de las visitas a los dos archipiélagos españoles sin ser miembros electos por aquellas demarcaciones? Efectivamente, nos representan a todos, pero las zonas de Castilla y León, Aragón o Extremadura, por poner algunos ejemplos, tienen menos afluencia de esos miembros -y miembras- del Parlamento español.

Las criaturas llegadas a la política desde las más altas instancias judiciales son un hecho. No es nuevo en el gobierno ni en altos cargos, si bien su procedencia sí rechina un poco. Personas preparadas, con estudios y responsabilidad durante años en temas de la Audiencia Nacional, como son terrorismo y narcotráfico, por poner un par de ejemplos. El Tribunal Supremo y la Fiscalía de la Audiencia Nacional también han sido un lugares de procedencia de algunos responsables en el Consejo de Ministros. Otros miembros de la judicatura ya tuvieron esos cometidos, al menos en la época más reciente.

Hace años, en “pretéritos” del gobierno del Partido Socialista Obrero Español -cuatro términos, tres o más mentiras-, pretendía ser nominado a uno de esos puestos un juez “estrella”. Provenía de la Audiencia Nacional, donde había instruido diligencias penales y alcanzado cierta notoriedad. Rotundo fue el chasco, dado que, aun siendo el número 2 por Madrid, se relegó a una Secretaría de Estado en lugar de “tocar cartera” de Ministro.

La decepción personal resultó evidente. De hecho abandonó el puesto a los diez meses del nombramiento, retornando a la Audiencia Nacional. Allí se volvieron a retomar diligencias para averiguar la “X” del Grupo Terrorista GAL. Meses después un Ministro de Interior y su Secretario de Estado de Seguridad fueron condenados por algunos delitos ¿Quién instruyó las diligencias? El juez “estrella”, otrora diputado sin ministerio.

Hay profesiones cuyo abandono, aunque fuere de manera temporal y al servicio de la representación de los ciudadanos, deberían considerarse similar a los sacerdotes de la iglesia católica, apostólica y romana. Es complicado estar sentado en un asiento del Congreso de los Diputados como miembro del Poder Ejecutivo y, pasado un breve tiempo, volver a la carrera judicial, más aún cuando se tiene bajo su mando los servicios de seguridad del estado, la defensa de la nación o los agentes encargados del servicio de inteligencia.

Los datos e informes, la responsabilidad en la toma de decisiones, especialmente en los ámbitos más que sensibles a diferentes niveles posiblemente son complicados de aislar unos de otros. ¿Cómo va una persona a olvidar aquellos detalles revelados por el CNI, Policía Nacional, Guardia Civil, Ejército de Tierra, Aire y Armada cuando suelte la cartera y retome una toga de la percha ?

La profesión judicial, los años de experiencia y dedicación, sentencias dictadas, condenados y absueltos, todos esos detalles acompañan a los titulares a lo largo de su día a día. ¿Quién va a dejar el sillón del juzgado o del ministerio sus recuerdos, datos conocidos y, además, toda aquella información que los diferentes Servicios tienen encomendados para que ellos puedan tomar decisiones correctas?

Hay profesiones donde, una vez cerrada la puerta, no debería volver a abrirse o, al menos, en un periodo nunca inferior a los veinte años.