Como afiliada del Partido Popular no dejo de sorprenderme con los acontecimientos sucedidos tras la primera vuelta de las primarias. La militancia ha colocado a Soraya a la cabeza de la carrera, pero parece ser que el señor Casado, haciendo gala de una altivez que recuerda a otros líderes políticos, está interesado en mantener la confrontación.
Pablo Casado se presenta como adalid del centro derecha, como el pastor que, de ser elegido, guiará a su rebaño por la cañada adecuada y orientará a las ovejas descarriadas. Pero tenemos que recordarle que no ha inventado nada nuevo, que si hay algo que llevó a la afiliación de la militancia son las ideas que tenemos en común: los valores constitucionales, la defensa del Estado de las autonomías, la potenciación de políticas económicas generadoras de empleo y la búsqueda del progreso sin olvidar nuestros elementos sustentantes. Dentro de estas ideas se puede tener una tendencia liberal, conservadora o democristiana, pero manteniendo nuestro eje vertebrador.
Por ello, considero un sinsentido el debate ideológico que se ha generado para desacreditar a Soraya. Queréis acusarla de tecnócrata, cuando es precisamente esta virtud la que mejor garantiza la dirección de un Estado, la prevalencia de la razón frente a las pasiones, la búsqueda del consenso y el destierro de la arrogancia. Querido predicador, las palabras caen en el vacío y pierden fuerza con la volatilidad. Sin embargo, el devenir diario requiere honestidad, seguridad y precisión, capacidades inherentes en el tecnócrata.
Las disputas verbales han dado lugar a una discusión bizantina donde los eslóganes del político palentino pecan de intrascendencia. No pretenda atribuirse la exclusividad en la defensa de las víctimas del terrorismo. No convierta las primarias en una lucha maniquea, situando a la más votada a un lado y a todos los demás frente a ella. No se deje embaucar por los falsos profetas que le ensalzan hasta el cielo. No caiga en contradicciones defendiendo el Estado de derecho y argumentando al mismo tiempo la ilegalización de los partidos independentistas. No venda renovación con una alocución propia de los noventa. Modere el discurso. Salve los muebles de cara a un futuro.
Los partidarios de Casado recriminan al gobierno de Rajoy su actitud frente al conflicto catalán. Quieren desvincularse de las decisiones adoptadas por el Partido Popular durante su mayor crisis, dando la sensación de que no fueron partícipes de aquellas medidas. Reniegan del partido quienes precisamente se vanaglorian de volver a sus raíces. Permitidme que os pregunte, ¿hubieseis preferido aprobar el 155 de manera unilateral y sin el apoyo del PSOE, segunda fuerza política de nuestro país?, ¿creéis que es lógico que el Partido Popular suspenda la autonomía catalana sin llegar al consenso con la mayoría de los representantes de la cámara?, ¿o hubieseis preferido que se tomaran medidas más radicales, aquellas que nunca llegáis a precisar?
El gobierno de Mariano Rajoy no cedió al chantaje, apostó por el diálogo dentro del marco constitucional, adoptó las medidas necesarias que permite la ley y dejó actuar a la justicia. A partir de aquí, quienes dentro de mi partido no comprendan la importancia del pragmatismo político y la necesaria templanza a la hora de gobernar, o son unos ilusos constructores de quimeras o quizás encajen mejor en otro partido más polarizado.
El objetivo de estas primarias no es otro que la búsqueda de un nuevo líder que lleve al Partido Popular al triunfo electoral. En este sentido, considero que Soraya tiene unos factores indiscutibles tanto para el buen hacer en el gobierno como para ganar las elecciones.
En primer lugar su brillante formación académica, con un currículum inapelable que marca la diferencia. No necesita la política para vivir. Sáenz de Santamaría ya había alcanzado su espacio antes de salir a la palestra. El segundo aspecto a destacar es su experiencia, que la convierte en una política joven y al mismo tiempo aleccionada en temas de gobierno. Como dijo Rajoy, a la presidencia del Estado se tiene que llegar con la lección aprendida. Por último destaco su carisma, su capacidad retórica y su conexión con la gente. Pero no solo con los simpatizantes del Partido Popular, sino con el conjunto de la ciudadanía. Porque para ganar elecciones no debemos dogmatizarnos, sino conectar con el votante. Y las capas más amplias de la población son personas sin adscripción ideológica determinada, son ciudadanos de a pie a quienes las arengas políticas no les van a resolver sus problemas diarios. No nos engañemos, son esas personas las que determinan el resultado de unas elecciones.
No queremos una nueva versión de Rivera ni un cartel electoral que parezca la pasarela Cibeles. Queremos una líder que se desmarque, que rompa la baraja, que gane elecciones y que sepa gobernar España.