Ya han llegado esos tan avisados nuevos trabajos y nos han pillado sin los deberes hechos. Llevamos desde antes del cambio de siglo avisando de que una nueva forma de trabajo que sustituirá a la actual va a llegar y no nos hemos dado cuenta de que, mientras avisábamos de ello, estas nuevas formas de trabajo y/o negocios se han ido instalando inmisericordes entre nosotros.
Y no hay que asustarse. Es lo de siempre, pero con algo más de velocidad que imponen los nuevos avances tecnológicos. Ante esto, que es tan arrollador como es ahora el cambio de lenguaje, sólo tenemos que hacer una cosa, adaptarnos, regularlo para que sea legal y no sólo legítimo y ayudar, que no proteger, a los afectados por estas nuevas formas de negocio/trabajo.
Hay dos de ellas que han hecho mucho daño a sectores súper protegidos de nuestra sociedad: los alquileres turísticos y los alquileres de vehículos con conductor. Tanto los hoteles en el primer caso, como los taxistas en el segundo se han sentido con el derecho a protestar porque se les acaba directamente el chollo, sobre todo, pero no sólo, en el segundo caso.
Estos taxistas que en muchas ciudades españolas se han convertido en grupo de presión con los consistorios de distintos signos, no atreviéndose estos munícipes ni a chistarles por miedo a las dichosas huelgas que tanto daño hacen (ahora ya menos por tener estos servicios alternativos). Taxistas acostumbrados a una protección tal que llegaban a propiciar la disminución de licencias por parte de los municipios porque, decían, no hay trabajo para todos. Ahora se está demostrando que ,cuando se quiere, hay trabajo para ellos y para la competencia que considero tan legal como alegal considero los precios que alcanzan las licencias de taxis en los mercados negros. Esta protección de un servicio privado al público, como el de las farmacias o los estancos, deberían de desaparecer y poder basar un buen servicio en una competencia leal y legal.
Con los hoteles nos movemos en otro terreno pero también con conflictos. Es verdad que no todas las casas se pueden ofrecer al turismo porque ello haría bajar la calidad turística que persigue todo destino. Para ello, las Comunidades Autónomas tiene legislación competente y algunos municipios también. Lo único que haría falta, en este y en la inmensa mayoría de los temas en España, es la vigilancia. Somos un país arrolladoramente y casi compulsivamente legislador pero con una ausencia bestial de esa labor de vigilancia que tanto ayudaría.
Es buena la competencia que los pisos turísticos les están haciendo a los hoteles por una razón: el dinero se está diversificando más. No sólo están ganando dinero las grandes firmas de hoteles que, por cierto, pagan bastante mal a sus empleados, sino que este dinero está llegando a familias que con su “mijita” de ahorros han invertido en un apartamento en el centro de la ciudad y lo dedican a la actividad turística. Tan legítimo como el que pone un bar o una tienda de ropa. ¿Qué hay que cumplir normas? Pues claro ¿Qué hay que limitar la actividad? Sólo por causas de saturación como en el caso de los bares o por molestias a las comunidades de vecinos, pero nunca, por ser competencia leal de los hoteleros.
Y ¡Aviso a navegantes! Estas no van a ser las únicas actividades que en tiempos próximos van a cambiar. Y no podemos frenar el cambio por el interés de unos cuando se pone en juego el interés de muchos. Esperemos que nuestros políticos tengan cabeza y piensen siempre en clave de mayorías. En eso consiste la democracia.