Si hay un rasgo en el que se empeñan cualquier padre o madre, a lo largo de todo mundo, es que sus hijos aprendan a dar las gracias, buscando no la reiteración de una simple fórmula social o de cortesía, sino como incorporación de la acción del agradecimiento, si además el acto de dar las gracias lo acompañan de una sonrisa, mucho mejor.

La gratitud es, esencialmente, una cuestión de actitud, poniendo el foco en ser consciente en todo aquello positivo que nos sucede o tenemos, y no en lo que nos pueda faltar.

El agradecimiento es capaz de transformar relaciones y fortalecer vínculos, consiguiendo cambiar la sociedad. Ser agradecido es un rasgo de carácter que al margen de tenerse, también se puede trabajar.

Una maestra, ya anciana, a punto de superar los ochenta años de edad, recibió una carta que fue capaz, por sí misma, de iluminar aquellos años de la parte final de su vida, el remitente le reveló ser antiguo alumno suyo, era uno de tantos a cuya formación entregó lo mejor de lo que fue capaz en sus más de cincuenta años de docencia. 

Aquel joven cuyo rostro a duras penas podría recordar, convertido ahora ya en un adulto, la escribía para agradecerle sus esmeros para desarrollar en él el gusto por la lectura, la metodología en el estudio y esa curiosidad que el paso de los años no había mitigado. Gran regalo el del agradecimiento.

La agradecida profesora contestó la misiva de su ex-alumno, diciéndole así: ”…no encuentro palabras con las que ser capaz de expresarte todo lo que tu carta ha supuesto para mí. He superado ya los ochenta años, con más de la mitad de ellos dando clases en la escuela y tu agradecimiento es el primero que he recibido en mi vida por mi actividad profesional. Me ha llegado en una mañana gris y fría de invierno, y me ha causado la mayor alegría que he experimentado en muchos años”.

Maestra y alumno quedaron para siempre marcados por la gratitud, generando una corriente positiva en las vidas de ambos y en su propia relación

El ejemplo anterior sirve para contrastar la aseveración de Cicerón: “La gratitud no es solo la más grande de las virtudes, sino la madre de todas las demás”, dándonos consciencia del beneficio o favor que se nos ha hecho o querido hacer, poniéndonos en acción desde un estado mental más positivo que nos ayuda a crear nueva realidad.

Todo lo anterior no son afirmaciones gratuitas, como así lo demuestran investigaciones realizadas por el Centro de Investigación de Conciencia de la Atención Integral de UCLA (Mindfulness Awareness Research Center) que corroboran que la expresión de la gratitud cambia la estructura molecular del cerebro, manteniendo la materia gris en funcionamiento, haciéndonos más saludables y felices, hasta afirmar que la gratitud es la práctica más efectiva para estimular los sentimientos de felicidad.

Practica la gratitud con generosidad, pero también recordando que hay que dejar espacio para recibir los regalos de los demás, porque en ocasiones quien realiza el regalo, a modo de rey mago, disfruta tanto como el niño que recibe su juguete, quien con una gran sonrisa dará sus “Gracias”, sin necesidad de expresar ninguna palabra por su boca, a la espera que, años después, pueda ser el autor de una carta como la que recibió aquella maestra por parte de su alumno.

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