El 20-N de este otoño del año 2018, fue un día lluvioso y de caótico tráfico, ya lento y pesado habitualmente, pero aún más cuando el agua cae sobre el asfalto de las grandes ciudades y sus accesos, alargando el tiempo que exigimos a nuestra paciencia en los atascos mientras vagamos de un dial radiofónico a otro, de emisora en emisora, sucediéndose en todas ellas las opiniones y reseñas sobre el asunto del “whatsapp” enviado por Cosidó, portavoz del PP en el Senado, en el que valoraba lo conseguido en el acuerdo para renovar el CGPJ como un gran éxito para el Partido Popular.
El ex-director de la Policía con Rajoy como presidente del Gobierno, calificaba la renovación negociada como “una jugada estupenda” ya que, aún asumiendo una presencia mayor de los vocales llamados progresistas, había garantizado la presidencia a Manuel Marchena tanto del Tribunal Supremo como del órgano de gobierno de los jueces quien, con su prestigio en la carrera, permitiría que “las votaciones no sean de 11-10, sino próximas al 21-0. Y además controlando la sala segunda desde detrás y presidiendo la sala 61”, asumiendo que lo único que podría sonar mal era la inclusión de algunos jueces entre los propuestos por el PSOE, incluido el autor de las frases más polémicas en la sentencia de la primera época de la trama Gürtel, “pero en cualquier caso sacar a (José Ricardo) de Prada de la Audiencia Nacional es bueno. Mejor vocal que poniendo sentencias contra el PP”.
Pero esa mañana desapacible, lluviosa y de tráfico imposible, surgió la gran noticia que eclipsaba todo lo que había sido actualidad hasta entonces, dándose a conocer públicamente una nota del juez Marchena, fechada el día anterior, con cuatro puntos, en la que tras defender su independencia y trayectoria, incluía, en el último de ellos, la frase que más admiración ha recabado alrededor del Poder Judicial en los tiempos más recientes: “Por todo ello, anticipo públicamente mi decidida voluntad de no ser incluido, para el caso que así fuera considerado, entre los candidatos al puesto”.
Marchena hace lo que debe, pero es evidente que bastantes no han tenido un comportamiento tan ejemplarizante, ni positivo, para el bien común de España y su ciudadanía, y mucho menos por salvaguardar el prestigio de un poder esencial del Estado, como es el Judicial, empezando por quienes de una manera más discreta, o menos, filtraron su designación, antes de que se conocieran los vocales pactados del gobierno de los jueces que, de acuerdo a lo previsto en la Ley, deberían ser quienes, en votación entre ellos, decidieran el nombre de su presidente y, como tal, del Tribunal Supremo; todo un desafortunado proceso en el que el episodio Cosidó es una chapuza más.
Dentro del marasmo creado en torno a este asunto, lo mejor que parecía haberse conseguido era un pacto entre los dos grandes partidos políticos en España a tiempo, que permitía la renovación del Consejo General del Poder Judicial dentro de su plazo, pero Dolores Delgado, ministra de Justicia actual y negociadora por parte del PSOE, hizo como Luis Miguel Dominguín tras compartir espacios y cercanías con Ava Gardner... ¡correr a contarlo!, y el pacto, como un frágil globo, se pinchó.
La interpretación de si ese “pinchazo” fue accidental o premeditado quedan a la suposición de cada quién, habrá quien piense que solo se debió a la impetuosidad de la ministra, y también habrá quien vincule lo ocurrido a una estrategia cuyo origen pudiera estar en la animadversión de la señora Delgado con Marchena en relación a la sentencia de la Sala Penal del Tribunal Supremo, con él como integrante en el año 2012, que condenó a Baltasar Garzón a once años de inhabilitación por un delito de prevaricación, lo cual supuso, de facto, el final de la carrera como juez del amigo personal de la ministra, desde hace muchos años y con un largo recorrido.
Sea como fuere, parece no aceptarse como argumento central que cualquier persona puede entender el mundo desde una cierta sensibilidad social, pero que ello no supone que pierda su propia objetividad y profesionalidad.
El actual ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, fue elegido vocal del gobierno de los jueces dentro de la lista conservadora, vinculada al PP, sin embargo ello no le ha impedido ser miembro de un consejo de ministros socialista, y tanto él como Margarita Robles, que también fue parte del CGPJ, apoyaban la candidatura de Manuel Marchena.
Hay demasiado “ruido de togas” en torno al Poder Judicial. La Justicia, en mayúsculas, lo que necesita es menos manoseo y unas formas de hacer ejemplares no solo en los jueces, que también, sino en quienes les instrumentalizan según sus intereses, a un lado y al otro.
Como en aquella tormenta de éste 20-N, es preciso un buen aguacero que se lleve la suciedad con que se quiere manchar la ejemplaridad y neutralidad del que debe ser el Poder más independiente del Estado: El Judicial.