No en sus nombres

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, de camino a embarcar en su avión oficial. EP

La legitimidad de un cargo público se basa en el juramento o promesa de acatamiento de la normativa vigente, y no son, o al menos no deberían ser, palabras vacías. Esta promesa pasa indefectiblemente por, además de acatar la normativa básica de nuestro ordenamiento jurídico, condenar y perseguir cualquier transgresión del mismo.

Hasta ahí creo que está todo muy claro, el problema surge cuando hay que llevarlo a la práctica diaria obviando los intereses de tu líder. Un líder, (quizás llamarle líder es muy pretencioso), que es capaz de asimilar como democráticas las pretensiones de partidos como Bildu, ERC, PNV, PDCAT y la amalgama partidista de Podemos, a cambio de mantener la Moncloa

Y de esa actitud del “jefe” se deriva la de su corte de honor. La secretaría del Partido Socialista del País Vasco se siente totalmente legitimada, y quizás hasta orgullosa, de brindar con quien brindaba con cada asesinato de ETA. Un brindis que no pasó desapercibido para un militante socialista muy especial, José María Múgica, hijo del asesinado por ETA en 1996 Fernando Múgica. 

No me alcanza la mente a imaginar lo que genera ver esa imagen para quienes llevan más de 20 años sufriendo la ausencia de un padre. Creo que la reacción de este militante es mesurada y obviando lo que cualquiera expresaríamos en privado. 

Si ya es suficientemente humillante ver como un dirigente de tu mismo partido obvia el dolor y, a cambio de sus 33 monedas, gobierna en minoría sin siquiera condenar una imagen dolorosa para la propia historia de su partido y de nuestra democracia, peor es aún que no diga ni palabra de ello. 

El daño que Pedro Sánchez está haciendo a nuestro país se mide ya en kilotones, sobre todo y muy especialmente en sus votantes y compañeros de militancia. 

La baja de militancia de Múgica del PSOE es mucho más que una simple baja, es un puñetazo en la mesa de los que se han cansado de la bajeza moral del Presidente del Gobierno más ilegítimo, (aunque legal), de nuestra historia.