Rod Dreher, periodista y escritor de Lousiana, educado como metodista, convertido al catolicismo y actualmente ortodoxo, nos deja un testimonio, con formato de ensayo periodístico con carga teológica. Es el peregrinaje de un buscador que comenzó en la escritura urgente de la prensa para llegar a una literatura testimonial en cuya obra narra la ayuda que Dante Alighieri le ofreció para superar la muerte de su hermana en “How Dante can save your life” hasta que, hoy, desde ediciones Encuentro, presenta la advertencia de la demolición de un tiempo y una esperanza desde “la opción Benedictina”.
Demolición que llega desde una civilización en quiebra, como es la occidental, y una esperanza, que no optimismo como aclara el autor, de la construcción de pequeñas comunidades de fe desde un programa ideado, en condiciones similares, por San Benito y su famosa Regla.
Sabemos que la idea no es nueva. Compartimos un maestro común y escocés, llamado Alasdair MacIntyre, que ya había expuesto el problema desde su brillante “after virtue” en los 80 donde, estableciendo paralelismo entre la caída del imperio romano y la moderna destrucción de occidente en nuestro tiempo, llamaba a la creación de “arcas de hombres libres”. Arcas donde, desde la fe y el modelo Benedictino, se pudiera conservar un legado cultural, teológico y humano frente a la permanente barbarie que, cual hidra, aparece en la historia. El aporte de Dreher, desde América, supone un análisis de las causas que nos han traído hasta aquí, una toma de conciencia de la situación y un plan de acción que nos evite el ser engullidos desde los tiempos oscuros que llegarán.
Santiago Cantera, prior benedictino requerido tanto por la editorial como por el CEU donde fue antiguo profesor, aparece como figura protagonista en la presentación. Matiza la idea del autor, que no es salvar una civilización de por sí ya insalvable, ni siquiera en dialéctica Trump: “make Rome great again”…, sino: volver definitivamente la vista hacia Dios y su Gracia. Esa es la clave del libro y su inmediato resumen. Punto.
Porque esta situación en la que nos encontramos no ha aparecido de un día a otro, no se puede localizar señalando, sin más, a una década (los 60, por ejemplo) en cóctel líquido de modernidad-tipo-Bauman, sino que, como muy bien explica Dreher en su recorrido histórico de los primeros capítulos, viene desde siglos más allá; quizá desde que Tomás de Aquino, dejó un siglo XIII bordado en oro con una filosofía perenne y que fue tan bien podada a navajazos por Guillermos que dan nombre a rosas…
Sea como fuere, la cuestión es que estamos hoy aquí, en un contexto donde habita una “libertad” que nos hace negar hasta la verdad de nuestra biología, asumida por un hombre que no se mueve por más ley que el deseo y que, por tanto, muda todos los aspectos con vocación de permanencia en su vida, hacia un viaje que, de peregrinaje a la Verdad, termina en turismo hacia la nada. Hombre cuyo criterio se basa en su emotividad subjetiva, no ya la objetividad de la razón y que, en consecuencia, se hace más vulnerable al poder.
En Estados Unidos, ese hombre, lava su conciencia con lo que ellos llaman DTM, deísmo terapéutico moralista, un sucedáneo para supuestos creyentes que viene a ser así: creo en un dios guay que nos salvará a todos porque en el fondo soy buena gente y amo mucho. El DTM que hace que un joven que se cree católico diga, sin ruborizarse, que cree en el matrimonio antinatura y que puede comprender el aborto; en fin, que se cree en un dios que no lo es.
Pues sí, estamos aquí, hastiados de política y nada, agradecidos a que alguien venga a avisarnos, a advertirnos y darnos cuenta de que no estamos solos. Que se impone una actitud y acciones que, lejos de visiones apocalípticas o derrotistas, abra la puerta a la esperanza, concepto, repitamos de nuevo, distinto al optimismo. Pues mientras la esperanza es el final innegociable de la película, el optimismo es forzar un guión que nos impide ver el desarrollo de la trampa. Benedicto XVI, Papa, es mencionado en la charla varias veces, casi tanto como San Benito, "el segundo Benedicto" dice Dreher, cuando, como Ratzinger, ya profetizó cómo iba a ser la iglesia del futuro: pequeña, perseguida y limpia. A él nos encomendamos en recuerdo de esta tarde.