Los manipuladores del taxi nos están asfixiando. A muchos el progreso les ha pillado a contrapié.
Se olvidan que al pobre panadero, lechero, frutero, quiosquero, etc... les quitaron su exclusividad y sus lágrimas no consiguieron hacer cambiar el ritmo vertiginoso de la sociedad.
Ahora cualquiera vende pan, o leche, o fruta o pone un estanco frente a otro o una farmacia frente a otra, ¿quién lo iba a imaginar hace unos años?
Pero... ¡señores!... La sociedad no lloró... Se recompuso.