A la espera de las nuevas jornadas que han de venir en el juicio del caso sobre el 1-O, las primeras sesiones de esta causa, televisada en directo, aunque con desproporcionalidad según la comunidad autónoma en la que se resida; las comparecencias de los políticos en sede judicial, han puesto de manifiesto un más que mejorable poso personal en quienes fueron elegidos para representar a sus conciudadanos o, simplemente, fueron 'digitalmente' señalados para desempeñar cargos públicos, mostrando que ello nada tiene que ver con una meritocracia real.

Por la silla de testigos de este caso han pasado representantes de Partido Popular, PDECat, ERC, PNV, Podemos y sus confluencias, la CUP, etc… y la realidad es que el comportamiento general se alejó bastante de un liderazgo social o la relevancia, supuesta, de las personas cuyo testimonio se requería. 

De lo visto hasta ahora, nada ha llamado más la atención que los nervios y la sumisa actitud de los ex-ministros Montoro y Zoido, tanto el responsable de Hacienda, como el del Interior, que, ahora alejados de la púrpura del poder y llenos del balbuceos, mostraron una falta de cuajo que casa muy mal con, por ejemplo, el sarcasmo parlamentario por el que que era conocido el actual diputado por Sevilla del PP y miembro del consejo de ministros tanto con Aznar, como con Rajoy. Aunque sin duda el record absoluto de perplejidad lo ha batido el ex-alcalde de Sevilla, al responder a las preguntas del tribunal, sobre los hechos acaecidos en relación a la jornada del 1-O, únicamente en ámbitos relativos a la actuación de las fuerzas de seguridad del Estado, con la frase “no lo sé”, repetida hasta en trece ocasiones.

Pero el ministro del Interior en vigencia el 1-O de 2018 no fue el único inconcreto en relación a las órdenes dadas para la actuación policial, tanto en su inicio, como en su cese; tampoco la ex-vicepresidenta del Gobierno fue capaz de asumir la decisión de lo hecho, como tampoco Mariano Rajoy: “serían los mandos policiales del operativo”.

Claro que el turno del humor también llegó el Tribunal Supremo y en ese terreno la pareja Rufián & Tardá es incomparable y no defraudaron, especialmente cuando el primero afirmó, en relación a los hechos del 20-S a la puertas de la Consellería de Economía, captados por las imágenes de todas las televisiones, que: "Me chirría que se dijera que aquello era una rebelión o un tumulto peligroso, porque yo fui a comer, yo fui a merendar y yo creo que, en una revolución, a merendar va poca gente”.

Pero para poco espíritu en el desempeño de sus funciones, fue la señora Forcadell quien se llevó la palma, desvinculándose del fondo del asunto, queriendo decir que ella estaba allí, pero ni sabía, ni conocía, ya que “no es potestad de la Mesa (del Parlament) entrar en el fondo de las tramitaciones parlamentarias”. Lo que no aclaró es por qué no siguió las recomendaciones de quien era letrado mayor de la Cámara Autonómica de Cataluña, Antoni Bayona, que la advirtió, en repetidas ocasiones que, aunque el proyecto político de la independencia fuera legitimo, lo que no se podía hacer era actuar fuera de la ley, desobedeciendo reiteradamente la doctrina del Tribunal Constitucional, según recoge en su reciente libro “No todo vale” en el que se hace un relato de los hechos acaecidos en relación al 'procés' y al 1-O.

También hubo intervenciones solo dirigidas a perfomances particulares, como la del señor Dante Fachín, respondiendo a la pregunta sobre su profesión diciendo que él era “precario”, o las de los representantes de la CUP negándose a responder las preguntas de la acusación popular, representada por Vox.

Aunque dentro del lamentable tono ofrecido por los testigos políticos en estas primeras jornadas del juicio del 1-O, hay una excepción, como confirmación de la regla, personificada en Iñigo Urkullu, lehendakari en ejercicio, quien contestó a las preguntas que se le hicieron con sencillez y claridad. Su testimonio dejó en mal lugar, a un tiempo, tanto a Mariano Rajoy quien negó hasta tres veces, antes de este testimonio, cualquier intermediación en el conflicto, como al soberanismo en general ya que según indicó “Puigdemont en modo alguno tenía el deseo de proceder a la declaración unilateral de independencia”, pero le pudo la presión: “Las personas que se estaban manifestando en la plaza de Sant Jaume se le estaban rebelando y también su propio grupo parlamentario de Junts del Sí”. Lo cual viene a demostrar el insuficiente peso político del ex-president para defender su propio criterio.

Nos quedan varias semanas de juicio del 1-O por delante, pero más allá de los prodigios o aberraciones que nos resten por presenciar en él, hay que destacar el rol que está desempeñando el presidente del tribunal, Manuel Marchena, convertido en una especie de héroe, camino de recrear a Gary Cooper en “Solo ante el peligro”, con la única evidencia, hasta el momento, de lo mediocre de nuestra casta política.

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