Opinión

El día después al 28-A

Una manifestación en el Congreso de los Diputados.

Una manifestación en el Congreso de los Diputados.

  1. Opinión
  2. Blog del suscriptor

Que pasará el 29-A, las espadas están en alto y el debate abierto. Hasta entonces, se nos bombardeara con multitud de encuestas, unas estarán sesgadas y otras serán certeras. La opinión será diversa, unos criticaran a los otros y los otros aprobarán a los primeros. Todo para qué, señores, pues la decepción del día después va a estar garantizada. Estamos inmersos en una discusión de necios donde la argumentación brilla por su ausencia, las tan cacareadas hojas de ruta que escamoteamos a los camioneros, no existen, se nos lleva hacia un abismo incierto donde no existirá la esperanza.

Todo es una pérdida de tiempo, un avanzar a ninguna parte, un despropósito que avergüenza. Si los que ganan entonces son Pedro Sánchez, Pablo Iglesias y sus adláteres, está claro que en unos meses se terminará el vino y el queso para todos, y no hablemos del jamón patanegra, de Guijuelo, pues ese ya es solo accesible para muy pocos.

Y si los que se llevan la tostada son Pablo Casado, Albert Rivera y Santiago Abascal, retornarán los tiempos del duque de Alba y sus tercios de Flandes, con la obscuridad que aquello supuso en nuestro devenir posterior. Éstas dos son las opciones anunciadas, la otra posibilidad sería la de entrar en un bucle eterno que perpetúe a Pedro en su autocomplacencia.

Qué país, cuando más unidos deberíamos estar frente a la incertidumbre adversa que se avecina nos entretenemos en juegos florales y pirotecnia diversa. Somos una tierra, donde la contradicción campea por todos sus costados, no encontramos un objetivo común que nos aglutine a todos en un propósito que nos engrandezca, siempre mostramos nuestro lado mas ruin y nuestra impostura incierta, somos propensos a la divergencia vana, al enroque absurdo y fútil, a la prepotencia sin sentido, y así nos va, casi nadie sabe lo que quiere, ni donde está, ni tampoco a dónde va.

Es como si el espíritu de la inquisición estuviera incrustado en nuestro ADN, donde sí se decía lo que se querían escuchar aquellos frailes. Rezabas y uno iba al cielo o a la gloria, pero donde si uno manifestaba su pensamiento libremente era considerado blasfemo y hereje, al que se condenaba al infierno y a la indiferencia más atroz.

La crítica, que se debería agradecer al descubrir un vacío de ideas, aquí ofende y crea resentimiento y camino a la intransigencia y la venganza. No existe el juego limpio, el respeto a las reglas, si nos podemos aprovechar esa será la opción elegida. Todo el mundo pierde aceite, patina en algún apartado, manifiesta alguna vergüenza que esconder, el líder clarividente que nos aglutine a todos está ausente y no se espera, la inteligencia se esconde, mostrarla solo trae problemas, todos vamos a lo nuestro, sin saber lo que se va a encentrar.

Yo no entiendo que, siendo como somos, seamos un referente admirado en la Historia universal, pues hemos sido los únicos capaces de dar nuestra cultura y lengua a todo un continente, de que un relato hecho en nuestro idioma sea la obra escrita más admirada hecha por un mortal, o de que fuéramos únicos para pintar la luz, el espacio y las sombras.

Así, hemos sido un pueblo en permanente crisis existencial y en perpetuo conflicto, que nunca resuelve sus contiendas y frustraciones, donde nunca el fuego se apaga, pues siempre quedan rescoldos en las cenizas, que propagarán el siguiente. Nuestra bandera nos define, somos sangre y oro, expresando que para que haya una recompensa siempre debe haber un sacrificio, como si esta no fuera posible como en el resto del mundo civilizado, apelando a la inteligencia.

Hacemos bella a la muerte, pues hemos hecho una estética hermosa y colorista a su alrededor a la que llamamos fiesta y además la hemos trasladado al resto del mundo, como idiosincrasia nuestra, en un gulash de sangre, color y belleza, al que otras naciones se quieren asociar tomándolo como un patrimonio que proporciona cultura e identidad. 

Siempre he dicho que si el mundo se subastara en parcelas, donde se alcanzarían las pujas más altas serían para las situadas dentro de nuestro territorio. Nuestro clima es benigno comparado con el que se da en otros lugares; en nuestra latitud disponemos de un litoral costero, casi como si fuéramos una isla. El agua corre por nuestra tierra en la proporción más equilibrada posible, que hace que nuestra agricultura sea de las más ricas y diversas del planeta.

Seguro que si no hubiera habido un estrecho que nos separara de África, las corrientes migratorias más importantes del hombre hubieran pasado por aquí y la cuna de la civilización seguro que se hubiera desarrollado en esta tierra. Lo que no entiendo es que, si somos una nación tan bendecida por la historia y la naturaleza, no hayamos sabido resolver las pequeñas miserias que cercenan nuestro futuro más inmediato y que nos impiden tener el esplendor que nos merecemos. Y del que somos acreedores de primer orden.