Opinión

El silencioso sacrificio del socialismo responsable

Rocío Monasterio, líder de Vox en Madrid, junto a Santiago Abascal, Espinosa de los Monteros y Javier Ortega.

Rocío Monasterio, líder de Vox en Madrid, junto a Santiago Abascal, Espinosa de los Monteros y Javier Ortega.

  1. Opinión
  2. Blog del suscriptor

Y supongo que alguno se preguntará: "¡Ah!, ¿pero es que un hay socialismo responsable?" Pues, al parecer, haylo.

Si en las pasadas autonómicas en Andalucía se pudo desplazar al PSOE de su hegemonía regional fue gracias a la acción, tal vez sinérgica -aunque esto último no me atrevería a darlo por seguro-, de dos factores simultáneos, concomitantes e interrelacionados.

El primero, como todo el mundo sabe, fue la inesperada y enérgica eclosión de Vox, que tuvo un efecto doble. Por un lado, levantó de sus sofás y galvanizó a muchos votantes del centro y de la derecha que venían quedándose en casa a la hora de los comicios: bien por carecer de oferta política que los representara -desafectos a un PP que tiempo ha abandonó sus valores para comprar casi todo el discurso progre o escépticos hacia un Ciudadanos mudable y huero que ni siquiera sabe lo que es aunque sepa lo que no es-, bien huérfanos de esperanza en sus líderes, pues si el Partido Popular había tirado la toalla lustros atrás y ya descreía de su propia victoria, el llamado centro tenía -y tiene- más ganas de pactar con el PSOE que de luchar contra él. Por otro lado, Vox también originó un potente campo gravitatorio en la derecha ideológica que obligó al resto de partidos a desplazar "hacia el verde" sus posicionamientos y discursos e hizo, por ósmosis electoral, tal "succión" de votos desde el resto del espectro -salvo el PSOE, claro- que incluso un porcentaje no desdeñable de radicales de izquierda se mudó al extremo opuesto.

No obstante, la perturbación que el partido de Abascal introdujo en el panorama político andaluz no habría bastado a desbancar al PSOE sin el concurso coadyuvante de un segundo efecto, al que -creo- no se ha dado la debida importancia ni se ha ponderado lo suficiente: estoy refiriéndome a la abstención de cierto voto "susanista" por parte de esos a quienes he llamado socialistas responsables. Y es que las cuentas y recuentos de esos comicios no me salen de ninguna manera si no introduzco tal factor, dado que el descenso neto en la participación respecto a anteriores ocasiones, pese a los muchos votos que movilizó Vox, no puede explicarse sin una simultánea desmovilización, aún mayor, entre las filas del electorado tradicional del PSOE.

Ahora bien, ¿por qué esta vez ha aumentado tanto dicha abstención? Aunque no soy nada roussoniano, me atrevo a pensar que muchos votantes socialistas, conscientes de la deplorable y ruinosa gestión durante las pasadas cuatro décadas en Andalucía, y convencidos por fin de la absoluta necesidad de un cambio, por cierto sentido de la responsabilidad decidieron no oponerse; que ya es mucho, habida cuenta de que un sociata jamás de los jamases meterá en el sobre electoral una papeleta que no sea del PSOE. Pero aquí no se trató de sociatas "sensu stricto", sino de socialistas responsables; y me parece plausible que su manera de contribuir a posibilitar dicho cambio fuese la abstención, resultado a su vez de un proceso mental parecido a este: "Yo no puedo, activa y conscientemente, intentar destronar a mi partido; ahora bien, sí puedo no votar y dejar que sean otros quienes decidan si el PSOE se va o se queda, de modo que podré dormir con la conciencia tranquila".

Llegados a este punto de mi argumento, no es descabellado suponer que una parte de quienes así procedieron corrían, conscientemente, cierto riesgo de ver perjudicado su interés personal en caso de que Susana perdiese. Pienso, por ejemplo, en las muchas personas o familias enteras que viven de ese chollo llamado PER (Plan de Empleo Rural), y al que podría meter la tijera un eventual cambio de gobierno.

Y son estos últimos con quienes me quedo: esos socialistas andaluces cuya propia estabilidad económica corre acaso parejas con el destino del PSOE y que, no obstante, decidieron no votarlo. A ellos creo justo agradecer el sacrificio de su abstención; un sacrificio intrínsecamente silencioso, invisible y no reconocido que, en algunos casos, podría hasta calificarse de heroico.

Lástima que en las generales del 28 de abril no vaya a suceder lo mismo. No me pregunten por qué; es un pálpito que tengo.