En el centro de Madrid, en los alrededores de la Puerta del Sol, era muy habitual ver círculos de gente alrededor de una persona que sobre una pequeña mesa portátil practicaba el juego del “trile”, también llamado “mosqueta”. Habitualmente el “trilero” usaba una bolita que los incautos apostadores debían pronosticar cuál de los tres cubiletes que manejaba era el correcto en el que la escondía, mientras los “ganchos” imprescindibles en su diseño, animaban a las víctimas a participar de lo que no era más que una estafa.

Entre aquellas calles del epicentro matritense era referencia la sede de la icónica entidad económica madrileña, para unos la “Caja de Ahorros”, para otros el “Monte de Piedad”, que con tres siglos de historia era, para todos, señal de seriedad, y criterio, desde su histórica sede de la Plaza del Celenque nº 2. 

Hoy se ven menos trileros por las calles, aunque haberlos los hay, quizás instalados en despachos enmoquetados, y lo que no existe ya, sucumbida bajo la tierra, es aquella entidad tricentenaria y ni siquiera su sede es lo que fue. Pero mientras tanto la principal sucesora de su negocio, Bankia, es protagonista en varios frentes en sede judicial, bien por las “participaciones preferentes”, bien por el desfalco del que fue objeto por su propio presidente, Rodrigo Rato (Publicis, Tarjetas Black); bien por la OPS para su salida a Bolsa, etc.

Dentro del desarrollo del juicio por la salida a Bolsa, hemos asistido a las manifestaciones de la persona que sucedió a Rato, tras la intervención por el Estado, así como de quien fue el supervisor bancario en toda aquella crisis, además del ministro de Economía en ejercicio entonces, todos ellos en calidad de testigos.

Llama la atención que quien reformuló las cuentas de Bankia, para pasar de un beneficio en el año 2011 de 305 MM € a unas pérdidas de 2.979 MM €, el Sr. Goirigolzarri, alegue ante el juez que todas las medidas tomadas por el Sr. Rato y su equipo fueron adecuadas y que la única razón que justificó la intervención y nacionalización fueron exógenas y se debieron únicamente a los efectos de la crisis económica que se desencadenó a partir de 2011. Si las medidas fueron las correctas... ¿hubieran sido las mismas tomadas por él mismo?, e ítem más, si la gestión del ex-vicepresidente del Gobierno con Aznar y ex-gerente del FMI fue la pertinente en Bankia, ¿qué justificaría que sólo en esa gran entidad financiera española los efectos de aquella crisis fueran tan perniciosos? ¿Cuál seria, a criterio del ex-consejero delegado  del BBVA, la responsabilidad del Sr. Rato en aquella inadecuada salida a Bolsa?, cuando hubiera bastado solicitar la intervención directa del Estado a tiempo, lo que hubiera evitado tanta desinformación, esfuerzo innecesario y sufrimiento, además de miles de millones de euros al contribuyente español.

Pero esta fase de testificales dentro de este juicio ha permitido una especie de careo entre M. A. Fernández Ordoñez, exgobernador del Banco de España, y Luis de Guindos, exministro de Economía, en el que el primero responsabilizó al Gobierno del que formaba parte el segundo, afirmando que “se creó inquietud y desconfianza en los mercados”, mientras éste se distanciaba del problema diciendo que “tanto su constitución (de Bankia) como la salida a Bolsa fueron un error”.

Pero sin duda el encontronazo definitivo entre ambos fue a colación del informe publicado por el FMI que señalaba deficiencias en la gestión de Bankia, lo cual desencadenó el conocido final y las “estruendosas” medidas tomadas. Sobre el mismo, Fernández-Ordoñez, manifestó ante el tribunal que: “La idea que me dijo un funcionario fue que que lo pidió el ministro (Luis de Guindos)… no quiero ni creerlo, porque el daño es enorme”; implicación que, el ahora vicepresidente del Banco Central Europeo quiso quitarse de encima como quien se limpia una pequeña mancha de caspa sobre los hombros, diciendo: “Quien crea que el ministro de Economía de un país puede afectar a los comunicados del FMI, se equivoca absolutamente”.

En cualquier caso, más allá de los dimes y diretes de unos y otros, parece que la relación, en aquellos días tan convulsos, entre el ministro de Economía y el responsable de la supervisión bancaria, no era el más adecuado y que, a parte de todos los españoles que vieron cómo se sacaron de sus bolsillos 60.000 MM €, ya considerados definitivamente como irrecuperables, la única víctima fue una entidad financiera de más de trescientos años de historia, en los que fue capaz de sobrevivir a dos guerras mundiales, a la guerra civil española, a la gran depresión de 1929 o a la pérdida del colonialismo español, entre otras cosas, para finalmente ser convertida en la “bolita” de un muy extraño, y doloroso, juego de trileros, como aquellos que tan habitual era observar en las calles circundantes a su sede principal… ¡hasta hacerla desaparecer! y es como bien dice el refrán castellano: “Entre todos la mataron y ella sola se murió”.

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