Terminada la campaña electoral y con los resultados de las elecciones nacionales aún calientes, cabe preguntarse por qué los grandes partidos nacionales siguen obviando al grupo de población de mayor crecimiento en España y en el mundo, las personas con autismo y sus familiares.

Quizás sería importante analizar primero unas cifras rápidas basadas en los estudios del CDC (centro de control de enfermedades) de Estados Unidos. La evolución en las cifras que vamos a reseñar se refieren al diagnóstico de autismo en niños de entre 8 y 11 años. En 1975 se diagnosticaba a uno de cada 5.000 niños, mientras que diez años después, en 1985 la cifra se duplicaba, ya era un diagnóstico de cada 2.500 niños. Es a partir de aquí cuando las cifras empiezan a dispararse, y en 1995 ya es uno de cada 500 niños los que presentan TEA (Trastorno de Espectro Autista). Alcanzamos el 2005 situando la prevalencia en 1 de cada 160 niños y las últimas cifras disponibles corresponden a 2014 y sitúa el numero de niños con autismo diagnosticado en 1 de cada 59 menores entre 8 y 11 años.

La inexistencia de un censo oficial al respecto hace imposible hablar de una cifra exacta, pero varios estudios sitúan en 600.000 personas las pertenecientes al espectro del autismo. El aumento de la prevalencia y los mejores métodos de diagnóstico actuales hacen que la gran mayoría de diagnosticados sean menores. No es por tanto una locura decir que sus familiares directos y los propios adultos con derecho a voto reconocido en estos últimos comicios, superen con creces el millón de personas con derecho a voto. Más de un millón de personas cuya prioridad vital es el autismo.

En Francia, con un 50% más de población que en España, se calcula en 2 millones la representación electoral de este colectivo. Y por esa razón se puede entender perfectamente que, en las últimas elecciones presidenciales, los dos candidatos al Eliseo, Macron y Le Pen, en el último de los debates televisados, en el más decisivo previo a las votaciones, usaran su minuto de oro para hablar del autismo. Se comprende perfectamente que ambos estuvieran de acuerdo en este punto, y se comprometieran a realizar una ley específica destinada a otorgar mejoras en la vida de las personas con autismo. En el momento más importante de la campaña electoral, su esfuerzo se dedicó al grupo de población que más crece.

¿Y en España? Como padre de un niño diagnosticado con TEA de 7 años de edad, y asiduo espectador de la política nacional, seguí con gran interés los dos debates presidenciales televisados, y la palabra autismo no se escuchó ni una sola vez en 220 minutos. Tras leer los 5 programas de los partidos con detenimiento, ninguno hace mención alguna al autismo, ni a la creación de una ley que dignifique el trato a las personas con autismo, ni permita que el tratamiento de los niños con autismo no se detenga a los 6 años.

¿Se imaginan ustedes que a un niño con diabetes, el estado dejara de proporcionarle atención e insulina al cumplir 6 años? Pues los niños con TEA que aún no hablan, pierden sus sesiones de logopedia al cumplir 6 años. La administración entiende que los apoyos que puedan recibir en el colegio sustituyen a sus terapias y, mágicamente, las terapias que antes eran necesarias dejan de serlo al soplar la tarta con 6 velas.

Con tantos gurús y especialistas en los partidos, con tantas personas involucradas en una campaña electoral, no deja de sorprender que no haya un solo partido político que abiertamente busque el voto de más de un millón de personas, que les aseguro por propia experiencia, que no dudarían en votar al partido más alejado de su ideología, si eso supusiera una mejora en la vida de sus hijos o de ellos mismos. Imagínense como cambiarían los resultados electorales si uno de los partidos añadiera a su base tal cantidad de sufragios directos... Un millón de personas, delante de una urna, pueden elegir su propio presidente del gobierno. Piénsenlo.

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