Pocas veces un jugador ha sido tratado con tanta injusticia como Iker Casillas. El que, con la mayor objetividad y de calle, hubiera sido considerado el mejor jugador español de la historia, fue despedido sin gloria desde un equipo cuyos dirigentes e importante masa mamporrera no ven más allá de sus narices.

Que un héroe que ha contribuido a darnos la mayor Victoria en el mundo del fútbol, como es un mundial, que haya reabierto la senda de triunfos del Madrid en Europa y que haya sido mandado al destierro por la inquina de un entrenador con más ego que talento, lo dice todo. Victorias que además van más allá del deporte y que, en España, supuso el milagro de liberar la bandera de prejuicios para otorgarsela a un pueblo que, sin complejos ni vergüenza, recupere el orgullo y la luzca desde el barrio hasta el palacio. 

Ser portero es tarea compleja. Quizá el puesto más complicado de un deporte súper profesional y de más difícil acceso para un “chico de la casa”. Jugador de debut temprano pertenece a esa raza del madridismo cañí y genuino: tipos muy chulos que por alguna razón desconocida se  creen los mejores, adoran la presión y se crecen ante el reto. En España sólo conozco al Real Madrid como ente aglutinador de estos tipos. Y no sólo yo, gente tan poco sospechosa de madridismo definía una filosofía del deporte aplicada al waterpolo: “Mira, la idea era aplicar los esquemas técnicos del Barcelona, en sí impecables, pero puestos a funcionar desde el descaro y los cojones de los tíos del Madrid”.

Eso en gran parte explica el éxito del fútbol nacional, éxito en el que Iker no solo fue parte fundamental en el juego sino que, trascendiendo a su equipo, nunca traicionándole, buscó siempre la unión de un grupo que tanto había costado hacer. Esa búsqueda de unión por lo más grande que hay, que desde luego no es un club, por importante que sea, sino una Selección Nacional -que pena que Lopetegui no lo supo-, le valió el desprecio por parte de Mourinho y la mitad de una masa social paleta que no ve más allá de una sábana blanca. 

Si Bufón es referente en Italia y tú no eres tratado aquí así, como una auténtica leyenda, Iker, demuestra que tipo de pueblo tan manipulable tenemos. No importa, chaval, tú a lo tuyo y escucha esto: te recuperarás y volverás a jugar si quieres. Te sobran descaro, talento y huevos. Adelante y gracias. 

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