Facebook es una herramienta en redes sociales

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¡Acéptalo! No puedes caerle bien a todo el mundo

Mario Martín Lucas
Publicada
Actualizada

Los “Like” o “Me gusta” en el mundo virtual y de las redes sociales, se han convertido en algo familiar, los encontramos e interactuamos con ellos, en Facebook, Twitter o en cualquier contenido.

Su aparición tiene que ver con el hecho de hacer viva la comunicación entre quien publica, o emite, cualquier contenido y los receptores a los que llega, permitiendo a éstos mostrar su conformidad con ello, haciendo llegar un impagable “feedback” a su emisor.

Ese retorno sobre la conformidad con lo publicado supone para el emisor una especie de cuantificación sobre la aprobación de los demás en relación a lo emitido o difundido, pudiéndole generar un efecto placebo que retroalimente su motivación de cara a nuevas publicaciones, pero que podría hacerle perder la visión sobre lo que realmente subyace en su actividad, ¿se trata de la apetencia de crear, escribir o compartir determinados contenidos o simplemente se trata de la necesidad de obtener, por esa vía, la aprobación y la complacencia de los demás?

Esa necesidad de obtener la aprobación de los demás, es una de las  razones observadas por el psicólogo Alfred Adler dentro de las causas del sufrimiento del ser humano, como consecuencia de las relaciones interpersonales que tanto hombres, como mujeres, mantenemos por nuestra forma de vida social, llegando a afirmar, quizás de forma excesivamente maximalista, que: "Si uno quiere liberarse de sus problemas, lo único que puede hacer es vivir solo en el universo”, para indicar a continuación que, dado que eso es imposible, al relacionarnos con los demás sufrimos, al margen de por la necesidad de aprobación, por experimentar un cierto complejo de inferioridad respecto a otras personas que han conseguido más que nosotros o por sentirnos injustamente tratados por aquellos a quienes amamos o ayudamos, sin ser correspondidos por ellos como esperamos.

El hecho de pensar que en una determinada relación no obtenemos lo que nosotros entendemos que sí damos, crea una desigualdad, quizás no real, pero sí en nuestra percepción que puede llegar a condicionar ese vínculo, erosionándolo, hasta debilitarlo en extremo, e incluso llegar a perderlo.

Podría darse la paradoja que la falta del agradecimiento que nosotros esperamos sobre un regalo, atención o detalle, que hemos tenido sobre determinada persona, pudiera derivar en el resentimiento respecto a ella, llegando a deteriorar esa relación. Ello tendría que ver con una visión excesivamente económica, geométrica o distributiva, y las relaciones, condicionadas por los diferentes tipos de personas, tienden a ser asimétricas, hay quienes dan más y también quienes no se dejan agasajar, igual que individuos muy predispuestos a mostrar cariño y cercanía, y otros que prefieren mostrarse en esos roles solo en determinados momentos y condiciones. Nadie puede esperar de los demás lo que él sí les da.

Las relaciones interpersonales no pueden sustentarse sobre la recompensa equidistante, que tienda a nivelar permanentemente el “si yo te he dado esto, tú tienes que devolverme aquello otro”. Entender los vínculos personales así, siempre los abocará al fracaso y al conflicto permanente.

Cualquier cosa que se haga, debe ser porque entendamos y queramos hacerla, sin que nuestra satisfacción por ella dependa de la valoración u opinión de los demás. ¡Acéptalo! Habrá a quienes les parezca muy bien lo que has hecho, pero también a quienes no; igual que habrá muchas personas a quienes les caigas muy bien y otros muchos a quienes no les caigas bien, pero ni lo uno, ni lo otro, te debe condicionar, si lo hicieras estarías poniendo el control de tu propio bienestar en manos de los demás, a través del juicio que tus actos merecieran a éstos, lo cual ilustra muy bien Miguel Ángel Ruiz Macías, autor del libro “Los 4 acuerdos”, en su frase de: “Nunca eres responsable de los  actos de los demás; solo eres responsable de ti mismo”.

Deja de preocuparte por lo que los demás piensen de ti, ese será el camino hacia tu paz interior, hacia tu máxima serenidad y, finalmente, hacia tu verdadera libertad y felicidad.

Toma tus propias decisiones y actúa, liberándote de la opinión de los demás sobre ello.

¡Ah! y recuerda: ¡Acéptalo! No puedes caerle bien a todo el mundo, ni tú, ni nadie.

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