Cuando aún no se habían cumplido cinco días desde su dimisión como secretario general PSOE, tras conocerse los resultados de las elecciones al Parlamento Europeo, celebradas en España el 25 de mayo de 2014, Alfredo Pérez Rubalcaba fue cuestionado por cómo se sentía tras recibir cientos de expresiones de cariño y reconocimiento a su labor, al margen de los resultados que habían precipitado su decisión, lo que le llevó a pronunciar una de sus más reconocidas citas, mientras la expresión gestual de su rostro adoptaba el tic más socarrón que podía, para decir que, lo que sucede, es que “en España enterramos muy bien”.
Casi cinco años exactos después de aquello, quien fuera ministro en los gabinetes de Felipe González y José Luis Rodriguez Zapatero, además de ex-vicepresidente del Gobierno con éste y su sucesor al frente del PSOE, no hay mejor cita que aquella para enmarcar todo lo dicho sobre la capacidad y el sentido de Estado de quien supo retirarse de la primera línea política volviendo a lo que siempre fue, un docente, impartiendo cátedra desde la universidad, dando un gran ejemplo de saber evitar las “puertas giratorias” que con excesiva frecuencia hacen acabar a demasiados ex-ministros en sillones de consejos de administración de grandes empresas.
Las alabanzas de amigos, y de otros que no lo son tanto, así como de compañeros de partido, más y menos afines, incluso de adversarios políticos, se han sucedido, remarcadas todas ellas por las más de 10.000 personas anónimas que pasaron por su capilla ardiente instalada en el “Salón de los Pasos Perdidos” del Congreso. Siendo fácil imaginar su gesto entre divertido y reflexivo, ante tan magno reconocimiento, recordando aquellos momentos en los que no sintió tanta compañía, ni adhesiones, a la hora de cumplir con sus últimos retos.
Como toda persona, Alfredo Pérez Rubalcaba habrá tenido fallos y aciertos, zonas de gran luz y otras mitigadas en rincones de tiniebla, ejerció el poder y tuvo información, y ambas cosas combinadas generan el temor, tanto en enemigos, como en amigos. La gestión del final de ETA es un gran ejemplo de lo primero, junto con su sentido de Estado para colaborar, incluso por encima de sus propios intereses personales, en la sucesión del jefe del Estado, tras la abdicación de Juan Carlos I, y la penumbra en torno al “Faisan” como una de sus principales sombras. En todo caso, la historia y el paso del tiempo, irán ajustando la marca de su legado.
Personalmente me quedaré con dos recuerdos sobre el personaje público, por un lado sus orígenes deportivos, como atleta, especialista en pruebas de velocidad, como los 100 metros lisos que llegó a correr en 10”9 en los Campeonatos de España Universitarios, sabiendo trasladar los hábitos del deporte a la gestión de lo ‘público’ y la política, reconvirtiéndose en un maratoniano, con visión de largo recorrido, como el mejor de los fondistas, en esas actividades en los treinta y dos años en los que las ejerció. Y por otra parte con su edificante retorno a la Universidad, sin más bagajes, tras una carrera política en la que el desempeño del poder y la abundante información que acumuló no le hizo perder de vista la normalidad, algo, a lo que se ve de forma habitual, bastante infrecuente.
La cita de Rubalcaba sobre los entierros en España seguirá siendo útil en el futuro, incluso en el caso de perfiles alejados del suyo, pero es que su frase, y los comportamientos que ilustra, viene bien sea como sea el personaje, porque incluso pensando en alguien de carácter difícil, comportamiento más que mejorable y no demasiado edificante, siempre se oirá a alguien en su velatorio decir aquello de …¡era un poco especial, tenía sus ‘cositas’, pero en el fondo buena persona!