En marzo de 2016 Pedro Sánchez se sometió, por primera vez, a una investidura, la cual resultó fallida al votar en contra Podemos, la fuerza liderada por Pablo Iglesias, entonces emergente y pujante con 71 escaños.
El 1 de junio de 2018, Pedro Sánchez, tras veinte meses en los que dejó su acta de diputado para no formar parte de la elección de un presidente del Gobierno del PP, cesar como secretario general del PSOE y ganar las primarias frente a Susana Díaz; consiguió vencer en una moción de censura contra Rajoy, sustentada sobre la base de la sentencia del caso Gürtel, concitando el apoyo de 180 diputados, cuatro más de la necesaria mayoría absoluta.
El 28-A del 2019, tras once meses de gobierno en solitario de Sánchez, se celebraron nuevas elecciones generales, venciendo el PSOE con 123 escaños, alejado de la mayoría absoluta (176), pero con una mejora, sobre su resultado de 2016, de 38 escaños; mientras que Podemos perdió 29, reduciendo su presencia en el Parlamento de 71 a 42 diputados.
Ochenta días después del resultado electoral se ha celebrado nueva sesión de investidura al candidato Sánchez y lo que parecía evidente y al alcance de la mano, en forma de una mayoría parlamentaria entre las dos fuerzas de izquierdas, PSOE y Podemos, que hubieran alcanzando 165 escaños, ha resultado un nuevo fracaso, con Iglesias volviendo a no facilitar el acceso del candidato socialista a la presidencia del Gobierno….¡asombroso!.
Evidentemente la causa de lo ocurrido no descansará en la responsabilidad absoluta de uno de ellos, ni en el otro, ni tampoco en sus respectivos partidos políticos. Sino que será compartida. El fracaso es de ambos, aunque ciertos rasgos de lo ocurrido sí parecen tener un padrinazgo en su origen.
1) Sánchez, como candidato, es el responsable de los tiempos marcados, si no tenía acuerdo avanzado, ni siquiera un pequeño borrador, ¿para que qué eligió este calendario?, ¿por qué dilapidó casi tres meses en armar una adecuada negociación?, ¿cómo se puede permitir una investidura sin establecer apoyos previos?.
2) Iglesias, como líder de la formación llamada a colaborar con el PSOE en el Gobierno, ¿llegó este proceso habiendo entendido alguna de las razones de los 1.316.805 votantes que dejaron de apoyarles entre 2016 y 2019?.
3) Sánchez es el responsable máximo de que la negociación no fuera visible desde las semanas inmediatas siguientes a la celebración de las elecciones y de que el guión de la negociación no pasara primero por consensuar un paquete concreto de medidas a tomar, igual que sucedió en su abortado acuerdo de “El abrazo” con Ciudadanos del 2016.
4) Iglesias es el responsable de que sus reivindicaciones públicas, sobre el acuerdo, siempre hayan pasado por el hecho de la presencia de miembros de Podemos en el Gobierno, sea él mismo, sea Irene Montero o sea cualesquiera otro. Desechando influir en las políticas a través de acuerdos programáticos e insistiendo en acceder a un reparto de ministerios.
5) Ambos, y sus respectivos partidos políticos, son responsables del bochornoso espectáculo dado en los días alrededor de la moción de investidura, filtrando documentos, unos y otros, y protagonizando unas intervenciones en el Congreso de los Diputados, vergonzantes entre quienes se suponen que son “socios preferentes”.
Los dos protagonistas del desaguisado han batido sus propios récords, y así Pedro Sánchez acumula el haber sido derrotado en las dos investiduras a las que se presentó, a pesar de lo cual es presidente del Gobierno en funciones; mientras que Pablo Iglesias ha liderado a Podemos, en dos ocasiones, a impedir con sus votos que un candidato de izquierdas llegase a ser investido.
En tres años se ha sucedido la investidura de un candidato del PP con abstención de votos del PSOE, la caída a los infiernos y resurgimiento de un mismo secretario general socialista para llegar a ser el primer vencedor de una moción de censura en España, quien finalmente administró los tiempos políticos y llevó a la victoria a su partido político en unas elecciones con alta participación ciudadana.
Pero en menos de tres meses la ineficacia y el despropósito han conseguido retroceder el tiempo, completando la vuelta al mundo de 2016 en ochenta días, atrapándonos a todos nosotros en “el día de la marmota”, claro que quizás, lo que han logrado Sánchez e Iglesias es exactamente lo que pretendían: el primero que no hubiera acuerdo con Podemos, a pesar de las fotos y las poses, y el segundo demostrar que el primero no es de fiar.
Las elecciones parecen vislumbrarse en un mes de noviembre ya a la vista, pero nadie garantiza ni la participación que hubo el 28-A, ni las condiciones que entonces se dieron, y se intuyen movimientos en diferentes direcciones de cuyos primeros pasos fueron parte, consciente y reflexionada, el despropósito y el ‘carajal’ interpretados en éstos últimos ochenta días. Cosas de los tiempos de la política pequeña, cortoplacista y ventajista, en los que vivimos.