Corría el año 1987 cuando un joven Boris Johnson, por entonces con 23 años, fue expulsado del prestigioso diario británico The Times, por falsificar una cita sobre el supuesto amante de Eduardo II que llegó a aparecer en la portada del afamado medio de prensa.

Nadie podría haber profetizado entonces que aquel inexperto "plumilla" se llegase a aupar hasta la primera linea política, como primer ministro del Reino Unido, pero mucho ha cambiado el mundo y en esta época parece poder hacerse realidad lo que hasta hace muy poco tiempo parecía imposible, más que improbable.

El sillón desde el que dirigieron los designios del país que ha regalado al mundo las normas e instituciones de la democracia, personalidades como Winston Churchill, Benjamin Disraeli, Harold Wilson, Edward Heath o Margaret Thatcher es hoy ocupado por quien ha sabido utilizar, para su propio beneficio, el hartazgo y desapego de una parte de la sociedad británica respecto a Europa, haciendo responsable a los demás de sus propios problemas, sintonizando con el alarmante fenómeno de populismo que recorre el mundo, representado, entre otros, por Donald Trump en EEUU, Marine Le Pen en Francia o Viktor Orban en Hungría, aferrándose a una única idea, la de un brexit sin acuerdo y cuanto antes (31 de octubre).

El sucesor de Theresa May en las pocas semanas que lleva en el cargo, ha dotado a aquella de perfil de estadista, por su comparación con él mismo, al igual que con los antecesores de ella, sin entender que en política, y más en una democracia, se puede defender cualquier argumento, pero lo que no se puede hacer es suprimir el debate y las opiniones en contra.

Boris Johnson ha decidido cerrar el Parlamento de Westminster, hurtando las funciones esenciales que tiene en la democracia de más tradición en Europa, con lo que ello representa también para todo el mundo. ¿De qué sirve una democracia sin un Parlamento activo?

En la historia británica no había sucedido nada parecido salvo en el siglo XVII (1641-1642) cuando el rey Carlos I decidió, como Johnson ahora, el cierre del Parlamento, precipitándose unos acontecimientos que derivaron en una guerra civil y Carlos decapitado. Lo cual, por absolutamente infrecuente, enmarca la importancia de una decisión como la tomada casi cuatrocientos años después, en la cual no se debería obviar el rol de la reina Isabel II, ratificando la decisión de su actual ‘premier’.

El error del joven Boris Johnson en su primer trabajo como periodista, lo purgó él mismo camino de otros trabajos aun lejos de The Times, pero las consecuencias de sus acciones hoy, las pagaremos todos, sus propios conciudadanos y todos nosotros en Europa.

El Reino Unido fue esencial en la lucha contra el nazismo, presentando cara a la dictadura representada por Adolf Hitler desde la tradición de la democracia parlamentaria británica, entonces encarnada por el liderazgo de Winston Churchill, pero hoy es en el 10 de Downing Street donde parece haber un dictador.

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