A muchos nos resulta difícil explicar la posición de Albert Rivera en las negociaciones para la formación de gobierno. Supuestamente, la razón de ser de su liderazgo es ocupar el espacio de centro político. Esto implicaría la ausencia de vetos para quienes graviten cercanos a esta posición y solo debería ser excluyente con los extremos. Pero no, Rivera nos ha sorprendido en los últimos meses con un discurso cuyo único mensaje es el "no a Sánchez", aún cuando esto suponga empujar al PSOE, y por tanto al país, a una coalición con la extrema izquierda y los nacionalistas, lo que debería ser contrario al ADN de un partido centrista.
Para ello, el líder de Ciudadanos cultiva el hermetismo y acomete acciones contrarias a cualquier planteamiento conciliador. Por un lado, presenta a Sánchez como un radical que quiere destruir el orden constitucional, el régimen de libertades y además dar la independencia a Cataluña, cuando realmente la acción política de Sánchez nunca ha dado muestras de que esa sea su voluntad real. El mismo Sánchez con el que hace 3 años articuló un razonable programa de gobierno de coalición, que podría volver a suscribirse en la mayoría de sus puntos.
Por otro lado, Rivera no tiene inconveniente en apuntalar gobiernos que incluyen apoyos y propuestas programáticas de Vox. E invocando un espíritu regeneracionista (pobre Francisco Silvela), pacta gobierno con el PP de Madrid, que lleva 24 años en el poder, sin haber sido la lista más votada y escenario de uno de los mayores epicentros de tramas de corrupción de nuestro país. Todo muy sorprendente.
Muchos analistas han intentado explicar estos comportamientos. Desde el punto de vista político, nadie ha conseguido argumentar con robustez estas actuaciones (es difícil otorgar coherencia a lo comentado) y desde lo personal menos aún, ya que su mala relación privada con Sánchez es un razonamiento algo endeble (no creo que con Rajoy fuera mejor). Y la fuente, el propio Rivera, tampoco ha dado argumentos de fondo convincentes.
Con lo cual, tras tanto fracaso a la hora de encontrar una explicación basada en la realidad, y ante la zozobra e inquietud extras que el amado líder ha provocado con su prolongada ausencia física en los últimos tiempos, puede que en el mundo de la ficción, concretamente en el cine, encontremos respuestas a estos enigmas.
Podríamos iniciarnos con referencias relativas a la volatilización casi total del personaje este agosto. Aquí entraría desde la desaparición voluntaria y lúdica de Audrey Hepburn en Vacaciones en Roma, hasta la más forzada y terrorífica del escritor protagonista de Misery (tenemos que pensar en este caso quien hace de Kathy Bates).
Si nos ciñéramos a patrones de conducta extraños, podríamos acudir al film de Woody Allen Todos dicen I love you. Un personaje liberal y respetuoso, de repente se vuelve un radical republicano ante el pasmo de su entorno. Todo se resuelve al descubrir que tenía un tumor cerebral benigno que no le dejaba discernir adecuadamente. Con su extirpación, volvió a tener un comportamiento razonable.
Pero podría haber explicaciones en el ámbito de lo sobrenatural, como en El Exorcista, donde una adorable niña, empieza a manifestar un comportamiento, digamos que poco razonable, ante el que la única solución es hacer un exorcismo. Aquí la cuestión es que después de tantas fugas en Ciudadanos (tanto de dirigentes como de votantes), el único posible exorcista que queda sería Luis Garicano. Pero claro, dado como acaba el padre Karras en el film original, no soy yo el que le invitaría a emprender semejante cometido.
Por último nos quedarían las teorías conspirativas. Aquí podríamos fijarnos en El escritor de Polanski, donde al final (cuidado spoiler) se descubre que un líder político es manipulado por su pareja, un agente secreto de una potencia extranjera (aunque no veo Malú ejerciendo este rol). Dando un paso más estaría El mensajero del miedo, film en el que a través de un sofisticado lavado de cerebro, un futurible presidente de EEUU puede ser controlado a través de determinados estímulos por un enemigo extranjero. No creo que Trump o Putin pierdan mucho tiempo en nuestras disputas internas, pero si lo hicieran, seguro que les complacería ver como un país relevante de la UE vive este momento de inestabilidad e incertidumbre política.
En cualquier caso, reconozco la escasa robustez de estos argumentos de ficción, pero dado que nadie ha conseguido convencerme con otros, y que la realidad no parece servir de explicación, ya solo nos quedaría la ciencia ficción, e irnos al futuro directamente. Se me ocurre Interstellar, con su teoría de cuerdas y saltos temporales, pero son tan limitados mis conocimientos de Física para explicarlos, que voy a invocar un clásico literario, La máquina del tiempo de H.G.Welles, la única que puede dar una solución a lo que va a pasar en septiembre.
Si todo esto falla, ya saben, crucen los dedos, cierren los ojos y ... esperen.